domingo, 8 de octubre de 2017

EL Cap. LOPEZ CONTRERAS, EL Gral. MEDINA Y TOCUYITO

Hace exactamente 118 años, el 14 de septiembre de 1.899 se produjo uno de los combates mas sangrientos de nuestra historia: la batalla de Tocuyito. Cipriano Castro venía con “Revolución Restauradora”, desde los Andes, derrotando combate tras combate a las fuerzas gubernamentales del presidente ilegítimo Ignacio Andrade, quien años atrás había usurpado el triunfo electoral a “El Mocho” Hernández .
Tropas de la revolución liberal restauradora.
Esta batalla, que no es debidamente recordada y estudiada por historiadores y militares, tiene gran importancia por diversas razones, en lo político, militar e histórico, entre otras cosas, en lo político, porque en virtud de la victoria de Cipriano Castro en ese combate se inicia la larga hegemonía andina en la política venezolana, que ha perdurado hasta fechas recientes. En lo militar, fue la primera vez en la que se utilizaron masivamente las ametralladoras y la última vez que se empleó masivamente la caballería en nuestro país, como un preludio a lo que sucedería catorce años después en Europa con la primera guerra mundial. Y como se dijo arriba fue uno de los combates mas cruentos librados en nuestro país, se habla de entre mil y mil quinientos muertos e incontables heridos. Para tener una idea de lo intenso del combate, contamos, solamente entre las fuerzas de la revolución, entre los fallecidos al Cnel. Miguel Contreras, comandante del Batallón Bolívar, y el capitán Antonio Guerrero. Entre los heridos están el propio comandante de la revolución, el general Cipriano Castro, el gral. Pedro María Cárdenas que años mas tarde llegaría a ser gobernador en Los Andes, el segundo jefe del Batallón Junin, el cnel. Emilio Fernández, que luego sería general y gobernador de Carabobo, el gral. Juan Chirinos, segundo jefe del batallón Lara, los comandantes Obdulio Bello, José Ma. García, José Ma. Buitrago, y un jovencito, casi un adolescente, el más joven de todos aquellos sesenta andinos con quienes comenzó la revolución, un flaco y espigado muchacho, el capitán Eleazar López Contreras. El bisoño capitán, que se había ganado el respeto de todos sus compañeros, en su mayoría veteranos de guerras de montoneras y “revoluciones”, se batió como los mejores en el combate de Tocuyito, y en el fragor del tiroteo recibió un balazo en el hombro izquierdo con un fusil máuser.
El joven capitán Eleazar López Contreras.
La herida fue terrible. Para quien no conozca lo que era un máuser de aquellos tiempos, les diremos que se trata de una inmensa bala de puro plomo, el doble de gruesa que los fusiles que se usan actualmente, pero con la gravedad de que aquellas balas usadas en esos tiempos no tenían ningún tipo de blindaje, por lo cual el plomo se deformaba cuando el proyectil impactaba con el hueso, adoptando las mas variadas formas y produciendo terribles desgarros, fracturas y desprendimientos. De hecho, ese tipo de proyectil fue prohibido hace muchísimos años por las Convenciones de Ginebra por ser completamente inhumano.
López cayó casi inconsciente y aunque en un primer momento lo creyeron muerto, fue recogido por sus soldados y llevado a sitio seguro, donde dos de las mujeres, que valientemente acompañaban al ejército invasor casi que junto a los combates, le hicieron los primeros cuidados y curas. El propio general recuerda a estas damas: Mercedes Moros y Amelia Candiales.
Una reliquia histórica que conserva la familia Medina; el equipo de cirugía usado por Medardo a fines del siglo XIX. Dos bisturís y un torniquete en su cofre de madera. Posiblemente este equipo se utilizó para operar a los heridos de la batalla de Tocuyito.
A los dos o tres días los enfermos y heridos fueron trasladados a Valencia. En aquellos tiempos apenas existía un hospital y los poquísimos cirujanos que había en la ciudad operaban en la propia residencia del enfermo o en sus propias casas. Uno de estos cirujanos era el general Medardo Heraclio Medina Betancourt, oriundo de la capital, pero casado con una bella montalbanera, Ismenia López con quien había fundado familia en Valencia. Medardo, era veterano de las guerras civiles del siglo XIX, también había sido herido en combate, en la batalla de la Cortada del Guayabo, varios años antes y fue miembro del estado mayor del gral. Joaquín Crespo.
El médico y general Medardo Heraclio Medina Betancourt.

Medardo recibió como paciente al joven Eleazar. Le realizó una primera operación y hasta le dio hospedaje en casa de la familia Medina. Largo tiempo tardó la infección en desaparecer, hasta que al fin con los cuidadosos tratamientos cedió. Aunque en un principio desconfiaban de la mayoría de los oficiales de la revolución, en buena parte campesinos sin mayor cultura ni educación, casi que analfabetas, encontraron en el joven tachirense a alguien digno de confianza: bachiller, de buenos modales, impecable en su presencia, cristiano devoto y austero en su comportamiento. López había querido ser médico, estuvo a punto de ingresar en la Universidad de Mérida justo antes de enrolarse en la revolución, por lo que Medina sintió especial simpatía por el paciente. No tardó el viejo general Medina en establecer una buena amistad con el joven capitán, hasta que, ya medio recuperado y en condiciones de viajar, se trasladó a Caracas, donde debía terminar su tratamiento y asumir el cargo de edecán del presidente Cipriano Castro.
Pasaron treinta y seis años…El joven capitán ya había llegado a general y asumió por disposición constitucional la presidencia de la república. Las primeras medidas del nuevo presidente fue la liberación de todos los presos políticos, la separación de los gomecistas del gobierno y la formación de un nuevo gobierno de unidad nacional con participación de los antiguos adversarios de la tiranía gomecista. Mientras analizaba la lista de los presos que se estaban excarcelando del Castillo Libertador de Puerto Cabello, preguntaba el origen y razones de cada preso. Le llamó la atención un valenciano que ya llevaba seis años en las mazmorras del Castillo: Luis Eudoro Medina López. Recordó que casi cuarenta años atrás había recibido atenciones de una familia Medina López en Valencia, a quienes recordaba con afecto. Alguien le informó que el hombre que estaba recobrando la libertad era hijo del viejo general Medardo y que su prisión se debía a estar implicado en el magnicidio frustrado de las bombas contra el general Gómez. El general pidió que se comunicaran con Luis Eudoro, a quien quería conocer. En el termino de la distancia el hijo del doctor y general Medina se le presentó al nuevo presidente, quien le manifestó el aprecio por el difunto padre de Luis Eudoro y le ofreció un cargo en el nuevo gobierno, a lo que ni corto ni perezoso Luis Eudoro aceptó. Así, Luis Eudoro saltó literalmente de un calabozo hasta el Palacio Legislativo, como diputado a la Asamblea Nacional Constituyente de 1.936 y mas tarde sirvió al gobierno de López Contreras como gobernador del distrito Puerto Cabello, donde le tocó enfrentar la crisis de los buques italianos y alemanes hundidos por sus tripulaciones durante la Segunda Guerra Mundial. La estima mutua entre el gral. López Contreras y los miembros de la familia Medina López duro por toda su vida.



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