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martes, 19 de octubre de 2021

El Club Centro de Amigos de Valencia, la casa y sus anécdotas

 

Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo

Frente a la Plaza Bolívar de Valencia, se levanta, todavía majestuosa una edificación fiel testigo de nuestra historia desde hace unos ciento cincuenta años. Se trata de lo que los valencianos de todo el siglo XX conocimos como la casa del “Club Centro de Amigos”

Desde los primeros tiempos de la ciudad el terreno donde se encuentra la casa fue el cementerio, a la usanza de la época, que todas las iglesias tenían a un costado su cementerio. Este camposanto fue sustituido por otro ubicado al sur de la ciudad en el plan de mejoras civiles que emprendió el capitán general don Pablo Morillo en su estadía en la ciudad alrededor de 1818. 

En 1872 en ese terreno se construyó una suntuosa casa, que fue propiedad de una familia Maratona, quienes al poco tiempo venden el inmueble a una familia Abadie, quienes los conservan hasta finales del siglo XIX, cuando es negociado al Sr. Augusto Tarbes.

El antiguo escritor valenciano Luis Taborda dice que en el inmueble también funcionó el famoso “Colegio Cajigal” pero según otros expertos como Francisco Cariello Gubaira, la sede del “Cajigal” fue mas bien en la casa de al lado, actual sede de la Curia.

A principios de siglo el inmueble fue sede de la oficina del telégrafo, servicio público fundamental en la época, ya que era el único medio de comunicación a distancia. Posteriormente fue habitada por sus propietarios, los Tarbes, quienes venden el inmueble al “Club Centro de Amigos”.


Este club social se había fundado desde 1883 pero no llega a instalarse formalmente hasta 1889 y estaba formado por conocidos personajes de la industria, el comercio y profesionales valencianos, que querían darle a la ciudad por primera vez un club de alta categoría, donde pudieran sentirse como en su casa y participar con sus familias en amenas reuniones y eventos culturales.

Originalmente el club se había fundado en una casa del bulevar sur de la Plaza Bolívar (la antigua casa de Rafael Arvelo, epónimo del colegio que queda en el centro de la ciudad) y luego se mudó a la casa que había sido de Jorge Uslar (descendiente directo del prócer de la independencia). Finalmente, la asociación adquirió la casa de la familia Tarbes frente a la Plaza Bolívar en 1929, luego da haberlo utilizado como arrendatarios por cierto tiempo.

Para adaptarla a club de categoría la casa fue sometida a una amplia y costosa reconstrucción quedando en el estado en que mas o menos se encuentra en la actualidad. Fue decorado con lujo y esmero. Se le dotó de unas extraordinarias lámparas de cristal y de un mobiliario de primera, del cual se recuerda un enorme espejo que estaba a la entrada.

El club se caracterizó por su sobriedad, buen gusto y exclusividad. Los miembros eran muy estrictos a la hora de aceptar a alguien en sus instalaciones. Muchos “nuevos ricos” que hacían alarde de sus fortunas jamás pudieron ser bienvenidos allí, lo que ocasionó que denigraran del club, sus socios y la ciudad. Sus fortunas no les pudieron abrir esas puertas. Era lo que llamaban darle “bola negra” a quien no sería bienvenido.

La foto fue tomada el 10 de Diciembre de 1931 en un almuerzo ofrecido por miembros del club al Sr. Jorge Pocaterra ( foto Jose Agustin Bello Medina). Créditos a su autor.

Recordamos varias anécdotas.

En una oportunidad Juan Vicente Gómez vino a Valencia y los adulantes de costumbre lo invitaron al club.  Estos le ofrecieron una copa de champaña. Gómez pudo observar que muchos de los asistentes permanecían en sus sillas charlando o jugando, sin hacerle ningún caso al poderoso visitante. Tomó su copa, hizo un saludo con la misma y sin tomar un sorbo la colocó en la bandeja. Dicen que le dijo a quienes tenía al lado:

-Ni un solo “viva Gómez ¡” Mejor vámonos para otro lado.

En una oportunidad se iba a celebrar cierta reunión entre varios caballeros. Eran tiempos en que cualquier hombre, a partir de los 16 años se vestía con paltó. Jamás en mangas de camisa. Todos los concurrentes llegaron con su respectivo traje, de saco y corbata. Todos excepto uno, que vino con una reluciente liquiliqui recién planchado.  Transcurrido un buen rato y sin iniciarse la reunión, el directivo dijo al grupo: Vamos a esperar un rato, para darle oportunidad a nuestro amigo (el de la liquiliqui) vaya a su casa a vestirse como es debido y pueda regresar a reunirse con nosotros.

Hay una crónica de un baile ofrecido el martes de carnaval de 1905; vino el presidente Cipriano Castro. Conocido como “el Cabito” el “hombre de la levita gris” o “el indiecito que no cabe en su cuerito” por sus contemporáneos.

Lo cierto es que Castro era muy amigo de la bebida, carácter impulsivo y aficionado a los prostíbulos y bares de mala muerte. Invitado por los adulantes de rigor al club donde se ofrecía el baile, parece que se sintió incómodo en un ambiente que le resultaba tan extraño. Pudo observar por los enormes ventanales del club que en la plaza bailaban algunas parejas del pueblo llano y prefirió ir a buscar a una mujer de las que estaban en la plaza y se puso a bailar con ella. Ahora bien, ese año de 1905 todavía el “Club Centro de Amigos” funcionaba en la antigua casa que había sido de Uslar, en el bulevar sur de la plaza, no en la casona que conocemos hoy, como erróneamente muchos creen.

El club también fue sede de un agasajo que se ofreció en 1936 a los diputados electos a la Asamblea Nacional Constituyente convocada por el presidente Eleazar López Contreras con la finalidad de reducir el mandato constitucional y descartar la reelección del presidente de la república. Un gesto de desprendimiento del poder que pocas veces hemos visto. Entre los nuevos diputados estaban algunos expresos políticos y otros ilustres miembros de la sociedad valenciana que se abría a tiempos de democracia, orden y libertad.

Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente de 1936, entre ellos Luis Eudoro Medina, en un agasajo en el Club.

En los años cincuenta, tan pronto llegó la señal de televisión a Valencia, en el Club Centro de Amigos fue uno de los lugares donde se instaló por primera vez un aparato de TV. Era uno de aquellos enormes televisores de tubo en un soberbio mueble de madera. Los niños extasiados iban a ver las series de comiquitas y las familias de adultos se instalaban a ver los musicales, hasta que cada uno se iba decidiendo a comprar su propio aparato.

Con el tiempo, el Club fue decayendo hasta que desapareció. Sus instalaciones estuvieron prácticamente abandonadas hasta que la municipalidad se hizo con ellas. Originalmente se había dicho que se instalaría en ella un anhelo de toda la sociedad valenciana: “Un Museo Michelena” para exhibir la obra de nuestro insigne artista, pero no fue así.

Sección no restaurada de la casa (foto Tato Sánchez)

Alguna autoridad municipal decidió luego de restaurar el inmueble darle un extraño nombre: “CAVAM”, acrónimo de Centro de artes vivas Alexis Mujica. Estas siglas no dicen nada, y ese concepto de “artes vivas” todavía no es de aceptación general. Las ciudades tienen un patrimonio inmaterial que son los nombres de sus lugares, de sus puentes, sus calles y sus casas. Para Valencia el bello inmueble frente a la Plaza Bolívar fue la casa del “Centro de Amigos” por casi cien años; ese nombre se identifica con la ciudad, con la plaza y con todo el entorno. Debe ser recuperado por ser un patrimonio tradicional e histórico de la ciudad.

 

 

 

 

 

viernes, 16 de julio de 2021

Winnie Mandela, el lado oscuro, muy oscuro


 por

Luis Heraclio Medina Canelón

En Carabobo, donde nos encontramos con prácticamente todos nuestros museos e inmuebles históricos o cerrados o totalmente deteriorados (Casa Celis, Palacio Iturriza, Escuela de Teatro, en Valencia y Casa Guipuzcoana, Casa de los Herrera, Quinta Villavicencio en Pto. Cabello, etc), las autoridades han decidido crear un museo a la memoria del político sudafricano Nelson Mandela, alguien que nada tiene que ver con nosotros.

Para muchos es símbolo del respeto a los derechos humanos, pero en realidad son pocos los que han estudiado la vida de Mandela y su entorno, y en ese entorno hay un personaje realmente muy oscuro: la que por 27 años fuera su esposa Winnie Mandela, que nos recuerda mucho a ciertos personajes de la actual política venezolana, quizás sea una de las razones del homenaje a alguien que poco o nada ha tenido que ver con la historia de Venezuela.

Winnie, una graduada universitaria en Trabajo Social en los tiempos del Apartheid fue una de las creadoras del grupo terrorista “MUFC” que a finales de los años ochenta cometió gran cantidad de asesinatos y secuestros, especialmente en contra de grupos de negros rivales. Uno de los más famosos métodos de terror empleado por los subalternos de Winnie era el llamado “Necklacing” o collar, que consistían en que a la víctima la amarraban y le colocaban un caucho a manera de collar y lo impregnaban de gasolina y lo encendían. Al infeliz le producían una muerte lenta y terrible que causaba el terror en los demás.

La práctica terrorista favorita de los sicarios de Winnie, el collar (caucho) al que encendía para quemar vivo al adversario.

El juicio más escandaloso que se le siguió a Winnie Mandela fue en 1989 cuando acusaron a Winnie y sus hombres de MUFC del secuestro en el barrio negro de Soweto de varios jóvenes: Lolo Sono y Siboniso Shabalala, Sizwe Sithole, Kuki Zwane, Sicelo Dhlamini y Sibusiso Chili,  y al niño Stompie Seipei a quienes acusaron de espías. Los muchachos y el niño fueron llevados a la propia casa de los Mandela en el referido barrio donde fueron torturados y asesinados.  Al niño Stompie Seipei lo degollaron.

El niño degollado en la propia casa de los Mandela. 

En 1991,  Winnie Mandela fue condenada a seis años de prisión por el secuestro de Seipei, pero la sentencia fue conmutada por una multa de 3.000 dólares.

En 1998, la comisión Verdad y Reconciliación (TRC), que estudiaba los crímenes políticos del apartheid, declaró a Winnie "culpable políticamente y moralmente de importantes violaciones de los derechos humanos" cometidas por el MUFC. 

Luego, en tiempos de la presidencia de su esposo Nelson Mandela la primera dama fue designada Ministro de Cultura y Arte, pero al salir del cargo fue acusada de robo y fraude. Los tribunales la condenaron ahora por corrupción administrativa. Frecuentemente se le veía en suntuosos automóviles y disfrutando de toda clase de lujos. Al morir dejó una fortuna (aunque apenas trabajó unos pocos años de su vida) y sus hijas hoy son millonarias.

Winnie con uno de sus lujosos automóviles

El secuestro, la tortura, el crimen y la afición a los lujos fueron el cariz de este personaje. Mucho en común con algunos que nos son muy familiares hoy en día.

 Aún así a esa corrupta, torturadora y asesina de niños la ONU le otorgó el premio de los Derechos Humanos. Así son las cosas.

 

viernes, 12 de marzo de 2021

Salón Imperial, Casa de Modas

 


Luis Heraclio Medina Canelón

Esta es una de esas pequeñas historias de Valencia, que con el transcurso del tiempo trascienden del plano meramente familiar para darnos hoy, mas de medio siglo después, una idea de cómo era el espíritu, la solidaridad, el sentir y el quehacer de la vida cotidiana de nuestros abuelos.

Empieza nuestra historia en  los años veinte.  En nuestra ciudad vivían dos hermanas, oriundas  de la población de Miranda, Berta Ravelo y María del Socorro  Ravelo de Gornés, ambas ya no tan jóvenes.  Berta se había quedado soltera y María había casado ya mayorcita un Tornés culto caballero de otra vieja familia carabobeña llamado Francisco Gornés.  Los esposos Gornés-Ravelo no tenían hijos y por cosas del destino, en aquellos días muere una dama conocida de la familia, la señora Arsenia de Colón, dejando en orfandad a un pequeño niño, de nombre Cristóbal.   La pareja, profundamente católica, decide adoptar al pequeño huérfano, quien es criado como su hijo, a quien se le dan legalmente los apellidos de sus padres adoptivos y pasa a ser Cristóbal Gornés Ravelo.  

Al niño sus padres adoptivos y su tía le prodigan todo el amor y la mejor educación cristiana que la familia le puede dar, inscribiéndolo en el mejor colegio que entonces había en la ciudad, el “Don Bosco”, de los hermanos Salesianos, con quienes las hermanas Ravelo estaban vinculadas, por sus frecuentes actividades religiosas.  La llegada de este niño llenó un espacio vacío en el hogar que compartían estos adultos, que ya en la madurez de sus días no se imaginaban criando a un niño pequeño.  Designios de Dios, decía María, no  pude parir mi propio hijo, pero el señor me regaló uno para amarlo como salido de mi vientre.

Y LLEGARON LOS NIÑOS

Así las cosas, al poco tiempo, ocurre lo inesperado.  Las hermanas Ravelo tenían otra hermana, Ana de Jesús (mi abuela) casada con Sabino Canelón, con quien vivía en Guama, estado Yaracuy, y tenía una familia compuesta por seis pequeños niños.  Sucede que Ana de Jesús muere a los pocos días del parto de la última niña, a quien se bautiza como su madre, Ana de Jesús.  Ni cortas ni perezosas, las hermanas Ravelo, con la anuencia del esposo de la madre recién fallecida,  mi abuelo Sabino, asumen la crianza de los seis pequeños hermanitos Canelón Ravelo y se los traen a vivir a Valencia, a su casa en la Calle Páez, frente al antiguo “Pabellón Rojo”.  Así, en un tiempo relativamente corto, el hogar de tres adultos sin descendencia, se convirtió en la casa de siete pequeñitos que encontraron el calor de hogar que el destino les había dado: Cristóbal, ya adoptado y sus primos José Sabino, Margarita, Ana Cecilia, Jesús, Celina del Socorro y la recién nacida Ana de Jesús.

María Ravelo ofreciendo una merienda a los niños del colegio "Don Bosco" a principios de los 30.

LOS TIEMPOS DE POBREZA

En los años veinte y treinta la vida en Venezuela no era fácil.  Todavía la bonanza petrolera no se había hecho sentir.   El dictador Juan Vicente Gómez acaparaba junto a su camarilla casi toda la riqueza del país.  Las mujeres no acostumbraban a trabajar fuera de su casa y los sueldos de los padres de familia apenas alcanzaban para la subsistencia más elemental.  El hogar de las Ravelo era modesto, pero María decía, si donde comíamos tres ahora comemos cuatro, donde comen cuatro, ahora comerán los diez, el Señor es mi provisión.  Y con fe en Dios las hermanas fueron levantando a sus siete muchachitos de manera modesta pero sin que nunca les faltara nada.  Incluso de vez en cuando María y Berta se podían dar un “lujo”:  En ciertas fechas religiosas, organizaban desayunos o almuerzos, para una docena o veinte niños pobres a quienes agasajaban con una suculenta comida.  En ese día se engalanaba el comedor de la casa y las hermanas se esmeraban con lo mejor de su repertorio culinario para esos niños.


Y LLEGÓ LA GUERRA

Pero a finales de la década de los treinta, estalla en Europa la segunda guerra mundial.  Las consecuencias económicas del conflicto afectan a todo el planeta: Suben los precios de todas las mercancías y comienzan a escasear toda clase de bienes y servicios.  Por primera vez los venezolanos llegan a conocer lo que es la inflación aunada a la escases. 

Se debe recordar que en aquellos tiempos no existían prácticamente ningún tipo de industria en Venezuela, salvo contadísimas excepciones.  Casi todos los productos manufacturados venían de Europa y Estados Unidos, estos países estaban destinando sus industrias por entero al esfuerzo de la guerra.   Como si fuera poco la guerra en el Atlántico cortaba la mayor parte del tráfico comercial entre Europa y América, ya que los submarinos alemanes hundían a cualquier barco mercante que se les atravesara en el camino, tanto en el Atlántico como en el Caribe. Solamente en el primer trimestre de 1942 unos cuarenta barcos cargados de mercaderías y combustibles fueron hundidos en las aguas del Caribe, en las cercanías de Venezuela por los submarinos alemanes.

Los ataques de los submarinos interrumpieron
 el tráfico comercial en el Caribe.

Así, entonces, casi que de un día para otro, Venezuela se quedó sin poder importar, herramientas, maquinarias, vehículos, neumáticos, alimentos procesados, granos, harinas, medicinas,  calzados y ropas.  Disminuyó entonces el comercio interno ya que no había mercancías que ofertar y aumentó el desempleo.  Así lo cuenta Oscar Yánes en “LOS AÑOS INOLVIDABLES”:

“Ya la gente estaba obstinada porque con el cuento de la segunda guerra mundial todos los productos de primera necesidad habían subido de precios…” (pág. 204)

“…los muchachos no salen de noche aunque muchos desempleados prefieren irse al ejército porque la vida está muy cara y es difícil conseguir los tres platos de comida al día…Ni llegan ni salen barcos y está suspendida la navegación costeña.” (Pág. 283)

Esta crisis por supuesto que afectó al hogar de las Ravelo, con sus diez bocas que alimentar.

Y LLEGÓ EL SALON IMPERIAL

Así las cosas y en vista de lo crítico de la situación, las hermanas Ravelo, lideradas por María que era la más emprendedora, se ponen a hacer pequeños trabajos de costura con una vieja maquinita “Negrita Singer”.  Al principio ruedos, cierres, arreglos de la ropa que tiene que pasar de padres a hijos o de hermano mayor a hermano menor en vista de la situación de pobreza imperante en el país.  

La perseverancia y el cumplimiento honesto y cabal en el trabajo les fue aumentando la clientela que comenzaba a encargar la confección de sencillas ropas y que a medida que se ganaba la experiencia se hacían vestidos y prendas mas acabadas.  Las hermanas guardan y coleccionan las pocas revistas que vienen de EE.UU.  sobre cine y modas y copian los vestidos de las grandes estrellas de Hollywood. 


 

Las cuatro sobrinas Canelón Ravelo son las primeras en lucir los modelos de última moda, “made in Valencia”, que encantan a las jovencitas de la ciudad que quieren también estar a la moda y acuden a casa de las Ravelo a encargar vestidos y conjuntos.  Ante lo escaso de las telas y accesorios se tenía que improvisar, si no había encajes, se utilizaban los bordes o remates de una cortina y en fin, se ponía a trabajar la imaginación.  Si no había tal o cual color se teñía  una tela. Se tuvo que contratar a una primera costurera para que ayudara con el trabajo y se empezaron a hacer vestidos de novia, de primera comunión y de bautizo.  Luego vino una segunda costurera y después la tercera empleada.  Gracias a nuestra querida tía segunda Reyna Ravelo de Camero podemos recordar los nombres de estas pioneras de la “alta costura” en Valencia: Lucrecia Castillo, de San Blas, Ana Luisa Campos de Tinaquillo y dos primas con idénticos apellidos: Trina y Carmen González Pinto.

Finalmente se formalizó el negocio y nació el “SALON IMPERIAL, CASA DE MODAS”, en la Calle Páez, negocio que se hizo famoso en toda la ciudad por la belleza y calidad de sus trajes de ocasiones especiales, siendo la especialidad de la casa los trajes de novia, primera comunión y bautizo, que eran los preferidos de madres y señoritas de toda la ciudad y poblaciones aledañas.

Los bellos trajes del "Salon Imperial"
fueron famosos.

  

Se llegó incluso a mejorar las telas con herramientas y aparatos destinados a su modificación.  Se construyó un artefacto para hacer los pliegues de las telas (una plisadora) que trabajaba calentando la tela en una especie de horno a carbón y una serie de pesas que la aprisionaban para darle una forma permanente.  Todavía yo conservo esas pesas, especie de yunques de hierro macizo, último recuerdo existente de aquella empresa.


Y LLEGARON LOS LOGROS

Así fueron mejorando su situación y  levantando a sus muchachos, dándoles estudio y ejemplo. Ya hay cierta prosperidad y hasta un viaje a Europa se puede regalar María con sus sobrinas al finalizar la guerra.  Con el tiempo uno de los muchachos se gradúa uno de médico, otro de músico y profesor, una contabilista y muchachas y muchachos se van casando y emprendiendo el vuelo formando cada uno su hogar.  María, ya con sus años encima y superadas sus obligaciones fue dejando el trabajo y se cerró el taller y muere en 1955.  

María Ravelo de Gornés

Berta fue a acompañarla a principios de los sesenta. Hoy, una cantidad de padres y madres de familia entre quienes encontramos médicos, ingenieros, educadores, fotógrafos, artistas, abogados y empresarios, de una manera u otra, le debemos algo de lo que somos a aquellas dos viejitas que con una maquinita Singer se pusieron a inventar trajes de novia y primera comunión porque los submarinos alemanes no dejaban que los barcos llegaran a Venezuela.  Así son las cosas.

EPILOGO

Gracias a esta maravilla que es la internet y las redes sociales, en estos días y con ocasión de una foto que data del año de 1930 que publiqué en varios grupos de Facebook en la que aparecía María Ravelo de Gornés, una señora, ya octogenaria pero activa en las redes, comentó que recordaba que, siendo una niñita de seis años, su traje de primera comunión, celebrada hace más de medio siglo, provenía del taller tía María.  Todavía andan entre nosotros quienes conocieron a aquellas maravillosas mujeres.  Mi agradecimiento a la Sra.  Gladys Socorro Zamora por sus recuerdos.

domingo, 6 de diciembre de 2020

Nacimientos, Juguetes y Navidades

 


Por

Luis Heraclio Medina Canelón

La fortuna de haber crecido junto a abuelos nacidos en el siglo XIX y el haber tenido padres tradicionales nos permite manejar los recuerdos de épocas muy lejanas que no se encuentran en las crónicas comunes. Entre esos recuerdos están las de las navidades de otros tiempos, con sus nacimientos y juguetes.
LOS NACIMIENTOS


El Nacimiento, o pesebre o belén, como lo llaman en otras latitudes tiene su origen por el siglo XIII y se le atribuye a San Francisco y luego a los padres franciscanos en Italia. De allí se extendió a toda la Europa católica, de donde nos llega traído por nuestros antepasados españoles. Es indudablemente la primera tradición de Navidad que tenemos los venezolanos y los americanos en general.

En tiempos de nuestros abuelos no existía el plástico, los materiales con que se construía el pesebre o nacimiento era el papel de las bolsas de mercado, el cartón o las telas en desuso que se pintaban de colores de la naturaleza. Las delicadas figuras eran de yeso, importadas de Italia, Francia o España. Recuerdo que mi abuela, siguiendo la tradición familiar, fabricaba todos los años una gruta o cueva con una caja de cartón que envolvía con papel de bolsas de mercado (antes las bolsas eran de un papel muy grueso y resistente, siempre de color beige oscuro) y las remataba con alguna pintura para darles ciertos matices.


Me contaba mi abuelo que los árboles del nacimiento los hacían con maticas de maíz: previamente, a finales de noviembre ponían a germinar las semillas en potecitos y ya para la hora de montar el nacimiento eran unas maticas muy bonitas, mucho mejor que esas plásticas que se consiguen ahora. Yo he puesto en práctica esta olvidada costumbre para algunos nacimientos, pero generalmente cuando me acuerdo ya está entrado diciembre y no da tiempo para que crezcan lo suficiente las matas. También recuerdo del nacimiento de la abuela unas nubes azules y blancas hechas con algún tipo de textil o algodón que no he visto mas nunca. Le daban un aspecto muy bonito al cielo del nacimiento. Generalmente de dentro de esas nubes se asomaba algún ángel y una estrella fabricada en casa, con el aluminio de alguna lata de leche.

El arbolito en los tiempos de los abuelos no existía. Debió llegar con la influencia norteamericana, seguramente después de la segunda guerra mundial, en los cuarenta, o quizás un poco antes con la presencia de las industrias petroleras, los automercados y los centros comerciales. Por eso me parece poco preciso hablar de el "tradicional arbolito", cuando muy bello y todo, pero no es algo de una larga tradición, históricamente hablando, es una novedad, cuando mucho de dos generaciones atrás, por oposición al nacimiento que entre nosotros tiene unos quinientos años.
LA CONSERVACION DE LAS HAYACAS

Otro detalle de los tiempos de nuestros padres y abuelos que me llamaba mucho la atención es la conservación de las hayacas. En Venezuela se popularizaron las neveras o refrigeradores en tiempos relativamente modernos, creo que poco más o menos a partir de los cuarenta, quizás llegaron con los arbolitos. Mis padres me contaban que cuando ellos eran niños no había neveras y fueron una tremenda novedad cuando aparecieron. A las primeras neveras se les llamaba "Frigidare", que era el nombre de la primera marca que llegó y la gente llamó así a todos los refrigeradores que llegaban, cualquiera fuera su marca.

A todas las neveras las llamaban
"frigidare"

Pues bien, antes de esa época no había refrigeración en las casas; entonces las hayacas preparadas en diferentes fechas, según la costumbre de cada familia, algunas a principios de diciembre y otros hasta el mismo 24, eran hervidas todos los días, para poder preservarlas. Esta casi-pasteurización, unida con ciertas propiedades de la hoja de plátano permitían conservar el delicioso pastel de maíz por muchísimos días. Igualmente los dulces eran conservados naturalmente por el efecto del almíbar de azúcar o papelón y no necesitaban la refrigeración.


LOS REGALOS

En los tiempos de los abuelos y nuestros padres quienes traían los regalos a los niños no era el Niño Jesús, como ocurre en la actualidad, sino Los Tres Reyes Magos, el 6 de Enero, como todavía se acostumbra en Europa. El secreto y la ilusión consecuente eran rigurosos. Se hacía la carta que se ponía junto al nacimiento en los zapatos que se habían dejado relucientes para la ocasión... y a esperar. Existía la amenaza de que a los niños que no se habían portado bien los Reyes no le traerían los juguetes sino una caja llena de carbón u otra cosa peor…No se si esta terrible sanción se llegó a producir, pero a mis viejos y tíos no les llegó a pasar nunca, afortunadamente.

No obstante, según me contaba mi mamá, para el día de Navidad el Niño Jesús se hacía presente con unos pequeños regalos, en su caso eran todos los años: un bolívar de plata, un huevo de gallina y no recuerdo bien, pero creo que también traía algo de fruta. Hay una anécdota en la familia, que cuenta mi mamá, que siendo una pequeña inocente, una noche de Reyes se despertó y con mucho miedo fue hasta el nacimiento a ver si Melchor, Gaspar y Baltazar habían dejado sus regalos. Cuando sigilosamente llegó hasta la sala vio a tres sujetos, de espaldas, de coloridas capas que estaban arrodillados frente al pesebre. Llena de miedo corrió hasta su cama. O era un un sueño de la niña o descubrió a sus tías poniendo los regalos y por la tensión su imaginación las transformó en Reyes. Sea que sea, hasta sus últimos días mantenía que ese recuerdo era muy vivo.

Los regalos los traían los reyes magos, no el Niño Jesús.

En cuanto a los juguetes, eran mucho más que los ya tan cacareados "tradicionales" de los cuales no vamos a escribir. Tanto nuestros padres como nuestros abuelos contaron con maravillosos juguetes que nada tienen que envidiarle a los de hoy en día, más aún eran superiores ya que estaban construidos con metal, madera, cerámicas y otros materiales altamente duraderos. Caballitos de madera donde se montaban los más pequeños comandando batallones imaginarios, soldaditos de plomo bellamente pintados en colores brillantes, rifles, revólveres y espadas, casi indestructibles en hierro y madera, carretas con sus caballitos a cuerda, de latón o hierro, y los zancos para los más grandecitos fueron los juguetes comunes de nuestros abuelos; y las abuelas tenían bellas muñecas de porcelana y tela europeas, así como las corrientes de trapo, con sus lujosos vestidos y juegos de té o café en porcelana verdadera.


Una generación mas adelante, mi papá recordaba juguetes más complejos, ya con algo de tecnología: añoraba el "Meccano", algo parecido al moderno Lego, de puro metal, pero con ruedas, tuercas, tornillos y platinas agujeradas, con el que construía aeroplanos, grúas, coches y mil cosas. También me hablaba de un barquito de latón al que se alimentaba con kerosene o gasolina y hacía combustión propulsando al juguete. Por supuesto que los reglamentos internacionales que hoy en día existen no permitirían muchos de esos juguetes por ser considerados peligrosos, bien por los materiales de los que están construidos o por sus formas. Hoy es impensable un juguete fabricado con el nocivo plomo o que use propulsión de algún combustible.


Mi generación todavía conoció buenos juguetes, pero a nosotros si nos los traía el Niño Jesús, aunque los Reyes siempre se presentaban con alguna ñapa. Los nuestros fueron los originales Mattel, made in USA, de alta resistencia y calidad, provenientes Sears o tiendas similares. Todavía en mis tiempos muchos eran fabricados en metal. Aun están por allí un fusil M-1 y un Colt 45 de fulminantes, con unos de 50 años de antigüedad, me aguantaron a mí y sobrevivieron a mis hijos. Eran cargados con algo como unas serpentinas de un detonante que hacían las delicias de los pequeños vaqueros o guerreros que éramos de muchachos. Hacíamos inmensas partidas entre primos y vecinos y jugábamos nuestras guerras de mentira, nuestros favoritos eran los juguetes bélicos y somos hoy profesionales y padres de familia sin tacha alguna. La prohibición de los juguetes bélicos es una necedad, una de esas tonterías impuestas por ciertos grupos de opinión a los cuales prefiero no referirme.

Somos la generación del primer G-Joe, algo así como un abuelo del Max Stell que vino muchos años después, que se transformaba de marine de Vietnam a soldado de la segunda guerra mundial o vaquero según las ropas o accesorios que venían por separado. También los batijuguetes: el baticinturón, el batiboomerang, y otro montón de baticosas, que hicieron furor en los tiempos de Batman y Robin. Recuerdo el maravilloso "Fuerte Apache" con la empalizada, la casa, el batallón de caballería y los indios.


Al Niño Jesús nunca le faltó entre tanto juguete un libro: gran formato, y muchas imágenes, siempre con temas atractivos para nuestros gustos: el espacio, dinosaurios, perros o caballos, carros, etc. Eso nos incentivó la lectura desde pequeños.

Al ser nosotros la generación que se maravilló con la llegada del hombre a la luna, estrenamos a los astronautas de Mattel: el mayor Mason y sus compañeros de la estación lunar, hasta un marciano verde venía entre esos. Recuerdo también el “Terror Marciano”, una fábrica de monstruos que uno mismo diseñaba con unas hormas  de cuerpos, cabezas y patas que se fabricaban en el molde con un plástico líquido llamado ”plastigut” que luego se horneaban en el hornito que también vendían  y nos permitía fabricar a nuestro gusto docenas de distintos bichos.

Mas grandecitos, el Niño Jesús se preocupó de buscar el juguete instructivo y llegaron el Laboratorio de Química, que nos hizo científicos y científicos-locos en alguna otra ocasión, causando pequeñas explosiones en los tubos de ensayo, el microscopio que nos abrió el micro mundo a nuestros ojos y nos interesó por la biología, y el telescopio con el que explorábamos la luna y las estrellas. y el laboratorio de electricidad, que llevó a que mi hermano llegara hasta profesor de ingeniería eléctrica en institutos universitarios.


Han pasado muchos años. Ya a muchos niños no los visitan a los niños ni el Niño Jesús ni los Reyes Magos; la magia de la ilusión va siendo sustituida por una impersonal y fría visita al centro comercial. Las batallas entre primos y amiguitos que protagonizaron con sus arsenales de utilería mis abuelos, mi padre y yo mismo con mi hermano y mis primos, ya hoy cincuentones, en cualquier campo, patio o solar vacío difícilmente podrán disfrutarla los hijos de mis hijos. Las niñas actuales no conocen una verdadera taza de porcelana en miniatura. Un teclado y un "joystick" hipnotizadores son los dueños de los nuevos tiempos. Creo que esta es una de esas ocasiones donde se puede decir que todo tiempo pasado fue mejor.






jueves, 19 de noviembre de 2020

La esclavitud prehispánica

 

La esclavitud prehispánica



Luis Heraclio Medina Canelón

Los propagadores de la llamada “leyenda negra” de la conquista han querido hacer ver que estas tierras de lo que se ha llamado “el nuevo mundo” antes de que llegaran los conquistadores eran el paraíso terrenal, un lugar de armonía, paz, libertad y progreso, el hogar  del “buen salvaje” donde no se conocían la guerra, la  violencia o la esclavitud, y todos eran inocentes y felices; pero nada más alejado de la  realidad, ya que lo que ahora llamamos América era una tierra de caos, en guerras de invasión, exterminio y genocidios permanentes y con la esclavitud campeando de norte a sur. Los propagadores de la mentira y del engaño quieren insertar en la mente de los que no conocen la historia que la esclavitud fue traída por los conquistadores, cuando lo cierto es que los diversos pueblos indígenas la habían practicado desde tiempos inmemoriales.

Tenemos diversas fuentes que nos hablan de la esclavitud americana antes de 1492, tanto escritos por conquistadores, mestizos y misioneros contemporáneos con el descubrimiento, que conocieron  directamente las realidades de los pueblos indígenas, como los propios  registros indígenas,  los llamados  “lienzos” y “codex” que eran como “comics” o “muñequitos” dibujados en cueros o ciertos tipos de papeles vegetales, con los que por medio de  dibujos relataban su historia. Muchos de estos han sobrevivido al tiempo.

Familia esclavizada por los mexicas (aztecas)

Mexicas, Tlaxaltecas y Totonacas

Empezando por el norte, los distintos pueblos de lo que hoy es México, los mexicas o aztecas, y sus acérrimos enemigos, los tlaxcaltecas y los totonacas tenían esclavos, traficaban con esclavos y esclavizaban a sus enemigos. Particularmente los mexicas solían invadir a los pueblos vecinos para obtener esclavos  para el trabajo  y víctimas para ser sacrificadas y luego ser comidos. 

El personaje histórico femenino más importante de la época de la conquista fue precisamente una esclava: Malinche, llamada también Malintzin o doña Marina, la amante y traductora de Hernán Cortés. Había sido una esclava, vendida y revendida entre diversas  tribus, hasta que finalmente logró  la  libertad, luego de que sus dueños la regalaron junto a otras esclavas a Cortés,  quien la hizo su mujer y la sacó de la esclavitud, le regaló tierras y le dio estatus de “doña”. 

La esclavitud en estos pueblos tenía diversos orígenes:  podían ser que los padres vendieran a sus hijos, que la esclavitud fuera impuesta como un castigo por la comisión de un delito, o hasta una manera de saldar deudas o producto de la guerra. Cuando hablamos de esclavos de los mexicas (aztecas) no nos referimos solamente a la repugnante práctica de hacer sacrificios humanos, sino a someter a alguien a la privación de la libertad para trabajar para el otro. La mayoría de quienes se encargaban de las labores del campo y las canteras, el acarreo de las piedras para la construcción como si fueran bestias de carga, así como del trabajo doméstico eran los esclavos, eran muchísima la gente reducida a la esclavitud.

El historiador mexicano-hispano Carlos Bosh García en “La esclavitud prehispánica en los Aztecas” (1944) nos dice:

“El esclavo podía ser utilizado de muchas maneras como una riqueza de su dueño. En primer lugar, los esclavos se entregan para el pago de los tributos debidos al estado. El pueblo de Terupan, que estaba sujeto a Moctezuma, tributaba, entre otras cosas, una cierta cantidad de esclavos. Hay casos en que no pudiendo pagar una persona sus tributos, entraba en esclavitud y el estado la vendía para cobrarse la deuda; aquí el esclavo sirve indirectamente para pagar los tributos.”

Los mexicas y sus sacrificios humanos.

Los aztecas, como es sabido de todos, sacrificaban a gran cantidad de personas en sus rituales paganos, muchos de ellos eran prisioneros de guerra, pero también compraban esclavos especialmente para el sacrificio. A la hora de ser sacrificados no se salvaban ni mujeres ni niños.  Volvemos a citar a Bosh García;

“En Cuautitlán, en una de las fiestas que hacían los indios, tenían por costumbre degollar

a dos mujeres esclavas. Los mercaderes, en su fiesta en honor de los dioses de la sal, sacrificaban esclavos que compraban para este propósito. Cuando el maíz estaba ya crecido, se sacrificaban al dios Tláloc cuatro niños esclavos…”

Pero no sólo eran los aztecas, tlaxcaltecas y los totonacas, quienes tenían a otros indígenas como esclavos, un poquito más al sur, los mayas hacían lo mismo.  El ya citado autor señala:

“Como en los territorios de los aztecas, los mayas también hacían sacrificios. Cuando llegaba la ocasión, compraban esclavos que pagaban entre varias personas y los sacrificaban a los dioses."

La esclavitud presente también en el
mundo maya.

Arawacos y Caribes

Siguiendo más al sur, llegamos a nuestra región del Caribe, habitada básicamente por dos grupos indígenas: los caribes, que venían desde la costa este de Brasil y desde allí se diseminaron por la parte norte de Suramérica y el mar Caribe y los arawacos, establecidos con anterioridad.

Los estudiosos de las sociedades precolombinas sostienen que en lo que hoy es Venezuela los achaguas, que vivían en la región de los llanos, referidos por primera vez por el welser Nicolás Federman guerreaban con sus vecinos para capturar mujeres y niños y tenerlos como esclavos, llamados “macos”; los arawacos en el oriente del país capturaban a sus enemigos caribes para esclavizarlos y comercializarlos con otras tribus. A estos esclavizados productos de las guerras de las tribus se les llamaba “macos”

El profesor Andrés Castro Roldán , de la Universidad de París recuerda:

“Muchos indios se obtuvieron por rescate (compra o trueque), pues la esclavitud

parece haber sido un fenómeno frecuente entre las tribus indígenas del Orinoco,

que trocaban sus prisioneros por hachas y bujerías. Los achaguas, por ejemplo,

se procuraron esclavos entre los quirruvas, mujirris, abanis y pizarvas del Gran

Airico, que eran clanes enemigos”

En cuanto a los pueblos de habla caribe tenemos que las distintas tribus de este dialecto que habitaban por toda la costa (yupas, baris, pemeos, bobures, quiriquires, cumanagotos, pìritus, etc.) eran célebres por practicar el canibalismo y esclavizar y comercializar a sus vecinos. Los “palenques” de habla caribe, ubicados en lo que hoy es Cumaná, también practicaban la esclavitud como castigo.

José de Oviedo y Baños, considerado por muchos el primer historiador de Venezuela y Colombia, nos deja dos referencias con nombres y apellidos de un par de casos de esclavitud:

El primero es el de Francisco Martin, un español que formaba parte de la expedición del welser Alfinger, que al quedar diezmada su partida, y quedando él como único sobreviviente, fue rescatado por una partida de indígenas de la tribu de los xumaras (sur del Lago de Maracaibo y piedemonte andino) quienes luego de tenerlo cautivo lo vendieron o permutaron a otra tribu con la que estuvo viviendo mucho tiempo obligado a fungir de piache.

El otro relato que recoge Oviedo y Baños es el caso del cacique de Macatoa, amigo del welser Felipe de Utre, quien cuando el alemán resultó herido de un lanzazo por los omeguas (enemigos de los macatoas) le regaló un esclavo viejo al médico de la expedición, un empírico llamado Diego de Montes “el Venerable” para que ensayara la intervención quirúrgica que era precisa hacerle al herido para salvarle la vida.  Por supuesto, el esclavo utilizado como “conejillo de indias” perdió la vida, pero De Montes operó satisfactoriamente a Utre, quien se recuperó prontamente:

“Con beneplácito del cacique cogió un indio, el más anciano del pueblo (que debía ser esclavo) y montándolo a caballo con el mismo sayo de armas que tenía Utre, hizo que otro indio por la misma rotura lo hiriese con una lanza semejante a las que utilizaban los omeguas”

Los Incas

El Inca, era el rey sol, dueño de todo
y de todos

Mas al sur todavía encontramos la esclavitud en el imperio inca.  El imperio incaico era la forma más absoluta de gobierno y teocracia. El inca era considerado descendiente del sol y dueño de absolutamente cualquier cosa, todo lo que había bajo el Sol le pertenecía; era una cosa conocida que tenía que ser aceptada por todos. Era un ser divino, absolutamente todo –la tierra, el país, el oro, la plata, los animales, la gente, especialmente todas las mujeres, le pertenecían. Todos sus súbditos tenían que trabajar para él, todos tenían que darle parte de lo que producían. El absolutismo europeo palidecía ante lo absoluto del emperador Inca, a tal punto que sus vasallos no tenían el derecho de mirarle a los ojos, so pena de ser castigados con la muerte. La peculiar forma de esclavismo rotativo que existía en el mundo inca era la llamada “mita”: era obligatorio que todos los varones a partir de los 15 años prestaran su trabajo no remunerado para lo que el Inca dispusiera. La mita no era una esclavitud permanente, era una obligación rotativa, pero si era obligatorio para todos los súbditos, que lo tenían que prestar sin ninguna remuneración, generalmente en duras labores de minería o construcción de obras públicas. Cada comunidad estaba obligada a aportar un número proporcional de estos “mitayos”.

Recientes hallazgos de sacrificios de niños en Peru.

Pero en la parte sur del subcontinente no sólo fueron los Incas, también en la región de la costa pacífica del Perú, antes de ser conquistados por el imperio inca, cerca del año 1400, hubo otra cultura los Chimú, que también practicaban la esclavitud y sacrificaban esclavos, especialmente niños. Recientemente se encontró dos lugares con los cuerpos de unos 350 niños entre 5 y 15 años asesinados ofrecidos a sus deidades por los chimús, a quienes habían apuñalado en el pecho, según se evidencia de los estudios de antropología forense.  La comparación entre los diferentes cráneos ha revelado distintas formas de conformación craneal, lo que sugiere que los niños pertenecían a distintos grupos étnicos y procedían de diferentes regiones geográficas,  por lo que se presume que eran esclavos capturados en guerras tribales.

Esa es la realidad histórica del esclavismo en el continente americano mucho antes de que llegaron los españoles.  Los conquistadores no trajeron nada nuevo.  Así, que cuando le digan que fueron los conquistadores quienes trajeron la esclavitud a América, mándelos a…leer historia.

Fuentes:

Bosh García, Carlos. “La Esclavitud Prehispánica entre los Aztecas” El Colegio de México. Centro de Estudios Históricos.  Fondo de Cultura Económica. México 1944

Castro Roldán, Andrés.”Santiago de las Atalayas: una ciudad de la frontera en el Nuevo Reino de Granada (XVI-XVIII)” Fronteras de la Historia, núm. 12, 2007, pp. 301-339 Instituto Colombiano de Antropología e Historia

Bogotá, Colombia

Oviedo y Baños. Los Belzares. El Tirano Aguirre. Diego de Losada. (Historia de la Conquista y Población de la Provincia de Venezuela) Monte Avila Editores. Biblioteca Popular El Dorado. Caracas 1972