Por
Luis Heraclio Medina C.
Generalmente cuando a un venezolano
se le habla de coches y cocheros en lo único que piensa es en una vieja canción
de Billo¨s que menciona a Isidoro, el último cochero de Caracas, pero los
cocheros fueron personajes muy importantes en todas nuestras ciudades, tanto como el
personaje de la canción e incluso algunos perduraron en nuestras calles hasta
hace relativamente poco tiempo.
En el siglo XIX y hasta bien entrado
el XX, no existían ni carreteras, ni mucho menos autopistas, casi no había
puentes. La gente, para viajar utilizaba
el ferrocarril, su caballo o en algunos casos los coches. Igualmente para el traslado de las mercancías
y las cargas se utilizaban las “parihuelas” que eran una especie de camilla
para llevar una carga, llevada por dos hombres o los coches tirados por una
bestia, generalmente una mula o caballos.
La primera línea de coches de que se
tenga conocimiento data de 1851, era la “José Berenguer & Cía” que ofrecía
sus servicios entre Valencia y Pto. Cabello. Salían de Valencia los lunes y
jueves a las seis de la mañana y de Puerto Cabello los martes y sábados a la
misma hora. Suponemos que en aquellos tiempos se tardarían unas diez o doce
horas en el trayecto. Cada asiento valía
cinco pesos y el único equipaje permitido por pasajero era una muda de ropa.
Además había que pagar un real por el peaje.
Por su parte, el Dr. Enrique Mandry Llanos (In-Formate Nro. 371 mayo 2004)
recuerda que en el año de 1866 una línea de coches (Legorburu y Cía.) que hacía
la ruta Caracas-La Victoria fue la primera en solicitar autorización al Concejo
Municipal de nuestra ciudad para extender su ruta hasta Valencia. Seguramente estas líneas duraron poco tiempo, porque debieron ser desplazadas
cuando aparecieron el “Ferrocarril Inglés” y el “Ferrocarril Alemán”, porque eran mucho más
rápidos y cómodos. En esos tiempos había
varias líneas internas de coches en la ciudad, entre las que recuerda a “Coches
de Carabobo” de Leopoldo Velásquez, las cuales empezaron a ser reglamentadas
por una ordenanza municipal de 1883.
Coche frutero en la Venezuela de principios de siglo. |
El transporte pesado en esos tiempos
se hacía por unos rústicos coches generalmente manejados por su propietario, tirados generalmente por mulas que eran más
fuertes y menos briosas que los caballos. Estos coches se encargaban de las
grandes mudanzas, de el aseo urbano, de la carga de los toros muertos en las
corridas de Arenas de Valencia, tierra para matas, cemento, herramientas y en
fin, el aserrín y los restos de madera de los aserraderos, todo aquello que no había como transportarlo
en parihuela o a caballo. Estos coches
continuaron existiendo hasta bien entrado el siglo XX, ya que su costo era
mucho menor que el de los vehículos a gasolina y se los encontraba estacionados
en plena calle, en distintos lugares de la ciudad, especialmente por los lados
de la esquina de la Candelaria. De estos
coches el último del que se tiene recuerdo es el de un señor conocido como
“Mantequilla”, que en los últimos tiempos se dedicaba al transporte y venta de
tierra abonada, según recuerda Federico J. Kuper Sauné en un artículo en la In-Formate Nro. 250 de marzo de 1993.
El antiguamente famoso "Mantequilla" el último de los cocheros de carga de Valencia. |
Otro cochero, distinto y algo más
reciente, era el señor Ramón López, quien tenía una caballeriza, si mal no
recuerdo, en la Parroquia San José, por los lados de Agua Blanca, que en los
años sesenta hacía un recorrido por el
norte de la ciudad con un simpático coche de tablitas multicolores en el que
paseaba a los niños por las calles de las urbanizaciones. También en ocasiones hacía su recorrido con
unos seis o siete caballos en nos sacaban a pasear por el sector, una
experiencia inolvidable para los niños de aquellos tiempos.
El cochecito de Ramón López, que hacía las delicias de los niños en los años sesenta. |
También debo señalar a otro cochero,
valenciano nato, pero que fue más conocido en Caracas que en su propia ciudad
natal, me refiero a mi tío abuelo el Dr. Medardo Medina López. Al contrario de los anteriores que eran unos
sencillos hombres de pueblo, el tío Medardo era un destacado científico,
paradigma de la elegancia y la caballerosidad, que aunque tenía un automóvil,
no era amigo de manejarlo y prefería salir a pasar consulta a sus pacientes, o
simplemente a pasear en un bellísimo “quitrín” o pequeño coche descubierto
tirado por dos magníficos corceles (en otros países llamado spiderphaeton).
El Dr. Medardo Medina con sus soberbios caballos alazanes. |
Tenía dos parejas de bellos caballos, un par
de alazanes (marrones, vamos a decir) y un par de bayos (catires en dos tonos,
para entender mejor) Medardo, amante de
los caballos, insistía en usar su coche, todavía en los años 30, cuando ya todo
el mundo andaba en automóvil. Sus
andares por las calles de Caracas eran tan llamativos que en diversas revistas
y periódicos de la época se le hicieron reportajes gráficos.
El par de hermosos bayos del tío Medardo, nacidos en Cagua, en la hacienda de González Gorrondona, hijos de un andaluz. |
En una oportunidad, paseando por El
Paraíso, tuvo que parar su “quitrín” ya que a su lado pasaba a gran
velocidad una caravana de automóviles
con escolta motorizada. Era el dictador
Juan Vicente Gómez. Un poco más
adelante, de manera abrupta, se detuvo la caravana presidencial y de uno de los
lujosos automóviles se bajó un oficial, que corrió hasta donde estaba Medardo:
-Buenos días señor, manda a decir mi
general Gómez que en cuánto le vende los caballos, que están muy bonitos.
Medardo tragó grueso, pensó en las
arbitrariedades y brutalidades del dictador que no tenía ningún escrúpulo a la
hora de obtener lo que quería.
-Dígale al general, que mis caballos
no están en venta, que son para mí como parte de mi familia.
El militar salió corriendo hasta el
automóvil presidencial, habló algo con el pasajero y regresó corriendo nuevamente
donde Medardo.
-Mi general Gómez dice que lo
felicita, que alguien que quiere tanto así a sus animales debe conservarlos
siempre, y que tenga buenos días.
Y como el militar llegó, se fue.
Medardo pudo continuar con sus paseos en coche por muchos años más.
Paseando en el quitrín. |
FUENTES
Revistas In-Formate Nros. 240, 311, 362
y 380.
Archivo Fundhea (Derbys López)
NATURA TRIUNFA DE LA MECANICA
En plena era automovilística cuando
nuestras estrechas calles colonialesresultan casi intransitables para el
pacífico viandante, que vive en continua zozobra, aturdido por el alboroto de
bocinas y cornetas, raro y plausible es el buen gusto del doctor Medado Medina,
propietario de esta arrogante pareja de caballos –nacidos en Cagua, de padre
genuinamente andaluz y de una yegua media sangre- que unce al lujoso tilburí en
el cual pasea por las tardes. El doctor Medina pagó Bs. 6.000 por los dos
pencos; uno de ellos cuenta tres años de edad y el otro tres años y medio.
Vieron la complicada luz mundanal en los potreros de los González Gorrondona.
Otros coches venezolanos del siglo XIX y principios del XX:
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