Hace exactamente 118 años, el 14 de septiembre de 1.899 se produjo uno de los combates mas sangrientos de nuestra historia: la batalla de Tocuyito. Cipriano Castro venía con “Revolución Restauradora”, desde los Andes, derrotando combate tras combate a las fuerzas gubernamentales del presidente ilegítimo Ignacio Andrade, quien años atrás había usurpado el triunfo electoral a “El Mocho” Hernández .
Tropas de la revolución liberal restauradora. |
Esta batalla, que no es debidamente recordada y estudiada por historiadores y militares, tiene gran importancia por diversas razones, en lo político, militar e histórico, entre otras cosas, en lo político, porque en virtud de la victoria de Cipriano Castro en ese combate se inicia la larga hegemonía andina en la política venezolana, que ha perdurado hasta fechas recientes. En lo militar, fue la primera vez en la que se utilizaron masivamente las ametralladoras y la última vez que se empleó masivamente la caballería en nuestro país, como un preludio a lo que sucedería catorce años después en Europa con la primera guerra mundial. Y como se dijo arriba fue uno de los combates mas cruentos librados en nuestro país, se habla de entre mil y mil quinientos muertos e incontables heridos. Para tener una idea de lo intenso del combate, contamos, solamente entre las fuerzas de la revolución, entre los fallecidos al Cnel. Miguel Contreras, comandante del Batallón Bolívar, y el capitán Antonio Guerrero. Entre los heridos están el propio comandante de la revolución, el general Cipriano Castro, el gral. Pedro María Cárdenas que años mas tarde llegaría a ser gobernador en Los Andes, el segundo jefe del Batallón Junin, el cnel. Emilio Fernández, que luego sería general y gobernador de Carabobo, el gral. Juan Chirinos, segundo jefe del batallón Lara, los comandantes Obdulio Bello, José Ma. García, José Ma. Buitrago, y un jovencito, casi un adolescente, el más joven de todos aquellos sesenta andinos con quienes comenzó la revolución, un flaco y espigado muchacho, el capitán Eleazar López Contreras. El bisoño capitán, que se había ganado el respeto de todos sus compañeros, en su mayoría veteranos de guerras de montoneras y “revoluciones”, se batió como los mejores en el combate de Tocuyito, y en el fragor del tiroteo recibió un balazo en el hombro izquierdo con un fusil máuser.
El joven capitán Eleazar López Contreras. |
La herida fue terrible. Para quien no conozca lo que era un máuser de aquellos tiempos, les diremos que se trata de una inmensa bala de puro plomo, el doble de gruesa que los fusiles que se usan actualmente, pero con la gravedad de que aquellas balas usadas en esos tiempos no tenían ningún tipo de blindaje, por lo cual el plomo se deformaba cuando el proyectil impactaba con el hueso, adoptando las mas variadas formas y produciendo terribles desgarros, fracturas y desprendimientos. De hecho, ese tipo de proyectil fue prohibido hace muchísimos años por las Convenciones de Ginebra por ser completamente inhumano.
López cayó casi inconsciente y aunque en un primer momento lo creyeron muerto, fue recogido por sus soldados y llevado a sitio seguro, donde dos de las mujeres, que valientemente acompañaban al ejército invasor casi que junto a los combates, le hicieron los primeros cuidados y curas. El propio general recuerda a estas damas: Mercedes Moros y Amelia Candiales.
A los dos o tres días los enfermos y heridos fueron trasladados a Valencia. En aquellos tiempos apenas existía un hospital y los poquísimos cirujanos que había en la ciudad operaban en la propia residencia del enfermo o en sus propias casas. Uno de estos cirujanos era el general Medardo Heraclio Medina Betancourt, oriundo de la capital, pero casado con una bella montalbanera, Ismenia López con quien había fundado familia en Valencia. Medardo, era veterano de las guerras civiles del siglo XIX, también había sido herido en combate, en la batalla de la Cortada del Guayabo, varios años antes y fue miembro del estado mayor del gral. Joaquín Crespo.
Muy buena crónica...
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