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miércoles, 12 de septiembre de 2018

EL DESASTRE DE CARAZÚA: CUANDO VENEZUELA INVADIÓ A COLOMBIA


EL DESASTRE DE CARAZÚA: CUANDO VENEZUELA INVADIÓ A COLOMBIA.
Por
Luis Heraclio Medina C.

La victoria tiene cien padres,
la derrota es huérfana.
Napoleón Bonaparte

El 13 de septiembre se cumplen 117 años de uno de los episodios menos conocidos de la historia militar venezolana: la batalla de Carazúa durante la disparatada invasión a Colombia por Venezuela durante el gobierno de Cipriano Castro.
Es uno de esos hechos históricos que la “historia oficial” ha tratado de ocultar o por lo menos ha minimizado de manera que casi se ha olvidado. Quizás por eso se repite tanto la mentira de que el ejército venezolano nunca ha salido de nuestras fronteras a menos que sea para libertar a pueblos hermanos.  Por lo menos esa vez invadió a un país extranjero para derrocar a su gobierno y todo fue un estrepitoso fracaso que le causó la muerte a más de un mil soldados venezolanos.  He aquí la historia:
LOS PRIMEROS ROCES
Entre fines del siglo XIX y principios del XX la frontera colombo-venezolana fue un hervidero de conspiraciones.  En un lado y otro de la frontera se refugiaban los enemigos de los gobiernos de ambos países para preparar invasiones hacia el otro lado de la frontera y tomar el poder. 
Cipriano Castro, presidente de Venezuela.
El liberal Cipriano Castro había iniciado desde Colombia su invasión a Venezuela y para principios de 1900 y luego de una arrolladora campaña se convirtió en  el gobernante del país, pero sus adversarios desde el exilio en Colombia se preparaban para arrebatarle el poder, con la colaboración del presidente conservador de Colombia José Manuel Marroquín.
A la vez Castro desde Venezuela protegía, financiaba y armaba a los liberales que exiliados en Venezuela conspiraban contra el gobierno conservador de Colombia.
A inicios de 1900 parten desde Venezuela para Colombia varios intentos de invasión de colombianos liberales acompañados de algunos voluntarios venezolanos, que incursionan desde los llanos, los Andes y la Goajira, con apoyo del gobierno venezolano, pero todos son derrotados.
En febrero de 1901 se produce una nueva invasión de liberales que provenientes de Venezuela penetran por los llanos de Casanare.  Simultáneamente el gobierno colombiano tenía que enfrentar otras invasiones de liberales que incursionaban desde Ecuador y Panamá, estas acciones se daban en lo que se conoció en Colombia como “la guerra de los mil días” un cruel conflicto interno que asoló el país por casi tres años.
José Manuel Marroquín, presidente de Colombia.
Ante esta situación el gobierno colombiano decidió tomar represalias contra Cipriano Castro; en Colombia se encontraban los exiliados partidarios del presidente Andrade, derrocado por Castro y luego de una fracasada intentona, los restos de las fuerzas de “El Mocho” Hernández, y su principal caudillo, Carlos Rangel Garbiras, enemigo de Castro, a quien el presidente Marroquín puso al frente de un ejército de 6.000 tropas regulares colombianas y voluntarios anticastritas venezolanos, que invadieron el 27 de julio de 1901 tomando las principales poblaciones fronterizas del Táchira, pero luego de 4 días de encarnizados combates las tropas invasoras fueron derrotadas en San Cristóbal y los sobrevivientes regresaron a Colombia.  En esa oportunidad ocurrió el curioso hecho de que un ejército colombiano fue comandado por el general venezolano Carlos Rangel Garbiras y frente a las tropas venezolanas de Cipriano Castro estaba el general liberal colombiano Rafael Uribe Uribe.  Lo acompañan entre  otros el joven Celestino Castro, hermano del presidente y el general  Rosendo Medina, quien muere en combate.  No era la primera vez que Castro ponía frente a las tropas venezolanas a sus más inmediatos colaboradores a militares colombianos liberales.
El general venezolano Carlos Rangel Garbiras,
enemigo de Castro.
LA GRAN NUEVA COLOMBIA
Emocionado por la victoria de sus tropas, Cipriano Castro, megalómano incurable, atiende los elogios de sus adulantes que comparan su “meteórica revolulción restauradora” con la “campaña admirable” de Simón Bolívar.  Rafael Uribe Uribe y otros amigos lo persuaden de ser el creador de una nueva “Gran Colombia”, que reúna a las naciones de gobiernos liberales: Venezuela, Ecuador, y hasta Nicaragua. Sólo falta Colombia con su gobierno conservador que cobija a los venezolanos enemigos de su gobierno. 
La prensa caraqueña se hace eco de la idea, la cual es reflejada en algunos medios internacionales.  El zalamero general colombiano Uribe Uribe, conocido por su elocuencia más que por su pericia militar, convence a Castro de invadir a Colombia con tropas regulares del ejército  venezolano, para potenciar un alzamiento de los liberales y refundar la Gran Colombia y destruir los restos de las fuerzas del “Mocho” Hernández que todavía amenazan del otro lado de la frontera.
El Gra. colombiano Rafael Uribe Uribe, aliado
de Castro y enemigo de Marroquín.
Cuando Castro presenta al gabinete su plan de invasión a Colombia, el ministro de Guerra, el Gral. Pulido, en una actitud sensata y ponderada se opone radicalmente al proyecto.  Le dice al dictador:
“Usted no tiene generales capaces para esa empresa.  Ninguno de sus generales puede derribar un gobierno extranjero y este es un país arruinado¡  Usted tendría que movilizar todos los recursos del país.  Me opongo a esta acción insensata¡” (Picón Salas, Mariano.  “Los Días de Cipriano Castro”.)
El soberbio Castro no hace caso y el ministro Pulido presenta su renuncia.
CARAZUA
Entonces Castro prepara su propia expedición. Pomposamente llaman a la fuerza expedicionaria “El ejército restaurador del Atlántico”. La componen cuatro batallones:  “Barcelona”, “Coro”, “Lara” y “La Sagrada”,  con algo menos  de 1500 hombres al mando del Gral. José Antonio Davila, quien poco tiempo atrás había aniquilado el segundo alzamiento de “El Mocho” Hernández. Cuentan con modernos fusiles “mauser”, una ametralladora y un cañon de campaña.   Lo secunda Celestino Castro, el joven hermano del dictador, ya veterano de la batalla de San Cristóbal. 
Celestino Castro,hermano del presidente
Cipriano Castro.
El 28 de agosto 1901 parte la expedición desde Maracaibo, avanzan por tierra por Sinamaica y  Paraguaipoa e irrumpen en la Goajira colombiana.  Por mar se envía una pequeña flotilla de la marina de guerra venezolana para apoyar a la fuerza terrestre desde el caribe colombiano  cuando los invasores llegaran a Riohacha. Son el “Miranda”, el “General Crespo” y el “Zumbador”, pequeños y anticuados cañoneros.  
El ejército expedicionario entra por la Goajira y su objetivo es reunirse con una fuerza insurgente liberal colombiana bajo el mando del Gral. José María Castillo,  que los debe encontrar a medio camino, proveerlos de abastecimientos  e incorporarle un grueso número de tropas liberales alzadas y tomar la ciudad de Riohacha, para desde allí encender la revolución y acabar con el gobierno conservador y sus aliados venezolanos “mochistas”.
La ruta del "Ejército Restaurador del Atlántico", desde Maracaibo hasta Riohacha, en la Goajira Colombiana.
Las tropas emprenden el largo camino por la desértica Goajira, bajo el abrasador sol, sin ningún apoyo en la ruta.  Pasan los días y pasan las semanas  y no aparece la fuerza liberal que debe llegar con los abastecimientos y más tropas.  
Durante su deambular por el desértico paisaje goajiro los pobres soldados van perdiendo las alpargatas, su único calzado y se van quedando sin agua ni comida.  Después de varios días sin ver agua, medio muertos de sed, en algún sitio desolado llegan a encontrar un pútrido pozo de agua en el que flotan unos cadáveres, del cual, desesperados calman su sed.  Al poco tiempo oficiales y soldados se enferman de disentería, la cual causa los primeros muertos.   Así lo narra el propio hermano de Cipriano Castro:
“Las tropas castristas antes de llegar a los prometidos collados de Colombia, atraviesan una pampa de arena, asada al sol.  Faltan hasta alpargatas para los soldados y estos arrastran por el paisaje inclemente sus enormes ulceras. Dias enteros sin descubrir, siquiera, el agua salitrosa de una casimba…Después de varios días de sed verdea en el desierto el ojo pútrido de un charco.  Se acercan voraces y al remover el agua para beber, tocan los cadáveres de tres mujeres…Y todos se lanzan sobre el pozo maldito…Al día siguiente comienza en la tropa una epidemia de disentería, que ha de sembrar de cadáveres el duro camino  hasta el pueblo de Treinta.” (Picón Salas, Mariano.  “Los Días de Cipriano Castro”.)
Luego de muchos días de trayecto se encuentran con los aliados liberales, pero no son un ejército como se había prometido, sino una pequeña partida con unos pocos bastimentos.
A todas estas, la operación que ha debido mantenerse en secreto ya es conocida por los militares colombianos, comandados por los generales  Carlos Alban y Ramon Ayala. 
El destacamento de Riohacha es escaso, y la única fuerza naval colombiana en el Caribe es un pequeño cañonero, el “Pinzón”, que no tiene municiones para su cañón.  Entonces los colombianos fletan un buque francés, el “Alex Bixio” para traer desde Puerto Colombia al batallón “Briceño” con 1700 soldados de refuerzo.
El buque mercante francés "Alex Bixio" fletado por el
gobierno colombiano para llevar refuerzos a
Riohacha.
LAS ACCIONES NAVALES.
Ya para esos días los tres buques venezolanos habían llegado frente a las costas de Riohacha, sembrando el terror en el pequeño pueblo, que temía se bombardeado por los buques venezolanos.  Tienen una doble misión: prestar apoyo a las operaciones de las fuerzas de tierra y por otro lado, bloquear al puerto para evitar que lleguen refuerzos a las tropas del ejército del gobierno colombiano.
Pero por aquellos tiempos Francia tenía poderosos intereses en el Caribe, ya que una empresa francesa era la que originalmente trató de construir la colosal obra del canal de Panamá y para asegurar estos intereses se encontraba en esta aguas una poderosa y moderna nave de guerra de la marina francesa, el crucero “Suchet” un buque blilndado de 3500 toneladas. 
El crucero francés "Suchet" que protegió el desembarco de las fuerzas
transportadas por el gobierno colombiano en Riohacha. 
Los colombianos logran que la “Suchet” escolte al “Alex Bixio” que traslada al batallón de refuerzo.  Al encontrarse el coloso francés con las pequeñas naves venezolanas, les advierte que defenderá el desembarco de las tropas a bordo del mercante francés si son atacados.  Las naves venezolanas tienen que retirarse ya que nada pueden hacer contra el crucero blindado y el batallón de refuerzo desembarca en Riohacha sin problemas y se suma a las tropas de la ciudad que en total alcanzan a unos tres mil hombres, el doble del ejército invasor de Castro.
El cañonero "Miranda" de la fuerza naval venezolana
desplegada para apoyar a la fuerza expedicionaria. 
Al fin, el 13  de septiembre, casi llegando a la población de Riohacha, en un lugar donde hay un pozo de agua denominado Carazúa, ocurre el primer combate entre las debilitadas fuerzas invasoras y las tropas combinadas de colombianos y los “mochistas” venezolanos.   Los venezolanos anticastristas están comandados por el general cojedeño Leopoldo Ortega Barreto, quien había sido sub-jere del estado mayor del ejercito nacionalista del “Mocho” Hernández y jefe de su guardia de honor.  A ellos se le ha unido un pequeño grupo de venezolanos anticastristas comandado por el legendario Rafael Nogales Méndez, que viene llegando por mar desde República Dominicana.
El Gral Leopoldo Ortega Barreto, jefe de las fuerzas
mochistas que operaban en la Goajira contra Castro.
Al apenas sonar los primeros tiros el batallón “Lara”, comandado por el general Abelardo Gutierrez,  que cubría el ala derecha del cuadro expedicionario, recién formado con unos 300 labriegos de ese estado, reclutados a la fuerza, se desbarata en masa, los bisoños soldados sueltan sus mausers y huyen en desbandada. Queda comprometida seriamente la situación del ejército expedicionario desde ese primer momento.  Se ha especulado que este batallón desertó en masa porque posiblemente sus integrantes eran simpatizantes del “Mocho Hernández”. Hay que recordar que el jefe de los venezolanos anticastristas, el general Ortega, había sido precisamente jefe de operaciones del ejército mochista en el estado Lara, de donde provenían esos soldados. Quizás se negaron a luchar en contra del reconocido general Ortega.  Otros sostienen que simplemente eran soldados muy jóvenes, desmoralizados, que no tenían ningún incentivo para luchar en tierras ajenas y lejanas.
La pelea se torna encarnizada, al acabarse las balas los hombres se matan a machetazos.  Así lo describe el propio Nogales Méndez en sus “Memorias”:
“Chocamos¡ Nunca olvidaré aquel terrible forcejeo que degeneró en el mas dantesco espectáculo ante mis ojos, semejante a una pesadilla.  Las cargas de machete, una tras otra, desgarraban los cuerpos sin aliento, separaban los miembros, mutilándolos en cientos de pedazos, pues si los macheteros de Dávila eran muy valientes, no superaban a los de nosotros…
Entrada la noche el fuego terminó en ambos lados para bien de todos. Cuando se oyó la voz de “Cesen el fuego” amigos y enemigos salimos como fantasmas huyendo de aquella nauseabunda y pestilente laguna, de aguas sanguinolentas… ” (Nogales Méndez, Rafael.  “Memorias”)
Rafael Nogales Méndez, quien luchó en Riohacha
junto a las fuerzas de Ortega.  Años mas tarde tendría
destacada participación en la primera guerra mundial.
Al llegar la noche, los dos bandos se retiran a sus posiciones.  El Gral. Leopoldo Ortega Barreto tiene una grave herida de  un balazo en una rodilla y el evacuado en parihuela por soldados colombianos que acuden en su auxilio.  En la retaguardia los médicos de campaña quieren amputarle la pierna para salvarle la vida, ya que la herida se ha gangrenado, pero el testarudo general se niega:
“Prefiero que digan ahí murió el general Ortega y no que ahí va el mocho Ortega”.
A los pocos días  muere el bravo jinete cojedeño, veterano de las guerras nacionalistas del “Mocho Hernández”.
Otro bravo anticastrista, el legendario Rafael Nogales Médez, también está herido de un bayonetazo en una pierna y se retira en la misma goleta que lo trajo de Dominicana.
Los castristas derrotados tratan de retirarse, pero en los siguientes días vuelven a enfrentarse a sus enemigos en el sitio de Garrapacera, donde las bajas aumentan.
Los fieros jinetes guajiros, aliados del presidente Marroquín de Colombia, que arrasaron con los restos del ejército venezolano en la Goajira. 
Los desertores del batallón Lara que no se entregan a las tropas regulares colombianas son inclementemente asesinados por las partidas de guajiros o de las tribus del famoso cacique José Dolores Arpushana, jefe del clan uayuu mas importante de la Goajira que se había convertido en lugarteniente del gobierno conservador del presidente Marroquín, quien a su vez les daba dinero y armamento. Los diestros jinetes goajiros  recompensados por el presidente Marroquín   no toman prisioneros, al rendirse los agotados soldados les quitan el fusil y los matan allí mismo.  Tiempo después el presidente Marroquín premió al cacique José Dolores con cien mil pesos por su participación en el combate de Carazúa.
El cacique José Dolores, posa con un retrato del
presidente Marroquín.
El resto del cuerpo del “ejército restaurador del Atlántico” que en pequeños grupos dispersos marcha desesperadamente para tratar de regresar a Maracaibo se pierde sin rumbo por la árida pampa goajira y  es hostigado continuamente por la caballería uayuu.  Partidas de indios montados y con modernos fusiles mauser siembran el terror en la agotada infantería, que al llegar a Venezuela apenas alcanza a unos pocos centenares de los mil quinientos que originalmente participaron en la contienda. El general Dávila, Celestino Castro y otros pocos oficiales se encuentran entre los sobrevivientes. Por el contrario, el general Abelardo Gutierrez , comandante del batallón Lara ha muerto en combate.
El gobierno y la prensa venezolanos silencian el desastre.
Cínicamente, Cipriano Castro, como si fuera un emperador romano hace traer desde San Cristóbal  a unos cuantos prisioneros colombianos de la incursión de julio y los hace desfilar ante él por las calles de  Caracas y luego los encierra en la Rotunda. Es la única manera que el dictador tiene de satisfacer su pomposa vanidad ante el desastre militar y distraer la atención del público. Este es el “héroe del nacionalismo” que en estos días se pretende convertir en un paladín de la Patria, mediante discursos y películas falseadoras de la verdad.
Un millar de soldados venezolanos perdieron su vida en esta alocada y absurda aventura de un grandilocuente dictador ávido de convertirse en el Simón Bolívar del siglo XX.
La sangre de mil hijos de esta Patria fue derramada fuera de nuestras fronteras y en ningún parte oficial fueron mencionados. Ni una palabra de consuelo para las madres, esposas e hijos que perdieron a sus seres queridos arrancados por la recluta ordenada por el dictador para complacer su capricho grancolombiano.
Ni una lápida, ni una placa o monumento para que Venezuela recuerde a quienes bajo sus banderas y con el uniforme del ejército venezolano dieron su vida en la batalla.
Sirva este trabajo para recordar a los muertos del 13 de Septiembre de 1901.  Eran vidas valiosas.  No merecen ser olvidados.

FUENTES BIBLIOGRAFICAS:
López Contreras, Eleazar.  “El Presidente  Cipriano Castro”. Bloque Dearmas. Caracas.
López Gómez, José Ramón. “Don Cipriano y la Restauradora”. Universidad de Carabobo, Dirección de Medios y Publicaciones. Valencia. 2001
López, Víctor José.  “Infatigables”.  Editorial Temple, Madrid. 2017
Nogales Méndez, Rafael.  “Memorias” Biblioteca Popular Para los Consejos Comunales.  Caracas. 2007
Picón Salas, Mariano.  “Los Días de Cipriano Castro”.  Festival del Libro Popular Venezolano.
WEB FUENTES:
https://www.facebook.com/groups/431909266843132/permalink/1200275920006459/
Tumba del Gral Lopoldo Ortega Baarreto, en la Catedral de Valencia.

Jinetes guajitos.

Guerreros guajitos, que acabaron con los restos del ejército venezolano.
Este autor ante la tumba del valiente Gra. Leopoldo Ortega Barreto.

La ruta de la fuerza naval venezolana.

El cañonero "Zumbador" de la flotilla venezolana. 
Los funerales del Gral. Leopoldo Ortega Barreto, un año después de su muete, en la Catedral de Valencia.


El "General Crespo" de la flotilla Venezolana.