Por
Luis Heraclio Medina C.
La “historia oficial” trata de ocultar algunos
episodios o de olvidar otros, pero para la comprensión de los hechos es bueno
recordar todas las cosas tal como realmente ocurrieron; así es más fácil
entender cómo todos los hechos están entrelazados y que los unos son
consecuencia de los primeros y así sucesivamente.
Uno de estos hechos, que poco se cuentan
ocurrió apenas unos días luego de declarada la independencia el 5 de Julio de
1811, por parte de los diputados de las provincias de Venezuela, reunidos en el
Congreso. En este Congreso que declaró
la independencia era obra casi exclusivamente de los blancos criollos, casi
todos los dueños de las grandes plantaciones, los grandes terratenientes, los
“grandes cacaos” que sin duda son los Padres Fundadores de la República, los
llamados hasta entonces “españoles americanos” en oposición a los “españoles
europeos”, quienes ejercían el poder político.
En Venezuela vivían gran cantidad de canarios o isleños, casi todos dedicados al
comercio; muchos de los comerciantes canarios más modestos (pulperos,
marineros, artesanos, bodegueros, tenderos, etc), vieron con preocupación la
toma del poder por los blancos criollos.
Si bien los canarios más acaudalados tenían estrechas vinculaciones con
los mantuanos, los más pobres posiblemente tuvieron el temor de que sus
derechos fueran afectados por los nuevos gobernantes. Nuevos impuestos,
limitaciones al comercio y eventualmente, gastos y pérdidas de una guerra,
tales como expropiaciones, saqueos, contribuciones especiales, etc. También hay
quienes piensan que ingenuamente fueron engañados por partidarios de la
monarquía que les hicieron creer que la República los despojaría de sus bienes.
Igualmente, otros habitantes no
simpatizaban con la independencia declarada por los blancos criollos,
especialmente los pardos venezolanos, que no tenían mayor representación en los
diputados del congreso, que como se dijo, pertenecían a una clase distinta a la
suya. Ni canarios pobres ni pardos tenían nada que ganar con la República, a la
que consideraban exclusivista y oligárquica, en todo caso, su condición podrían
verse desmejorada: Los blancos criollos ya eran dueños del poder económico,
ahora dueños también del poder político no tendrían ningún contrapeso. Canarios pobres y pardos en Caracas, Los
Teques, Valencia y otras ciudades comenzaron a conspirar contra el gobierno de la Junta de Gobierno de
Caracas….
Llega entonces el día 11 de Julio, todavía no
se habían producido mayores hechos de violencia a causa de la independencia, no
se había derramado la primera gota de sangre.
Es así que en los Teques un pequeño grupo de laboriosos comerciantes
encabezados por el caraqueño José María Sánchez, el canario Juan Díaz Flores,
el cura dominico Juan José Garciá y el doctor Antonio Gómez, al frente de unos
sesenta vecinos, casi todos canarios, se pronuncian en contra de la declaración
de independencia del Congreso. Desfilaron por las calles del pueblo, montados
en mulas y burros, armados con unos viejos trabucos y con unas vetustas corazas
de latón, al estilo de Don Quijote de la Mancha. Su grito es “Viva el Rey y la Virgen del Rosario” y
enarbolan estandartes con la imagen religiosa.
El gobierno de la Junta Suprema
de Caracas inmediatamente envía una
pequeña tropa y reduce a la modesta y ridícula tentativa sin hacer un solo tiro,
apresando a todos los insurrectos.
Ahora bien, si la asonada de los canarios de
los Teques fue una extravagancia, la respuesta del gobierno fue grotesca: el 15
de julio, tras un juicio sumario, dieciséis de los alzados fueron fusilados,
sus cadáveres fueron expuestos en la
Plaza de La
Trinidad , los decapitaron y sus cabezas fueron exhibidas en
largos palos en las afueras de Caracas. Todos sus bienes fueron confiscados por
las autoridades. Otros 300 españoles
europeos y canarios fueron encarcelados sin juicio alguno. A Díaz Flores no sólo lo fusilaron y lo
decapitaron, sino que lo descuartizaron y sus despojos se guidaron de palos en
distintos puntos de la ciudad.
Estos hechos de violencia fueron repugnantes
para varios ingleses que se encontraban en el país quienes escribieron a sus
coterráneos sobre en el efecto
desfavorable que estas ejecuciones tenían para la causa patriota ante la
opinión pública europea. Gracias a estas correspondencias (entre otros
documentos) es que podemos tener una fiel relación de los hechos.
Este primer episodio de sangre no hizo sino propalar la llama del odio
que se extendería como la pólvora. Los odios estallarán en la Primera
República. Rencores diversos, de todos los inconformes con el nuevo orden,
inconexos, sin ideas claras, y sobre todo, los resentidos, no sólo de isleños
de orilla, sino también de pardos, de mulatos y de esclavos.
Esta fue la “primera sangre” derramada en la
larga lucha de independencia. Un episodio casi olvidado de nuestra historia. Se había abierto la caja de Pandora que por
más de diez años sembraría la muerte y la destrucción en estas tierras.
FUENTES:
PARRA-PEREZ, CARACCIOLO. “Historia de la Primera República
de Venezuela” Tomo II, Caracas, Tipografía Americana, 1939
SISO MARTINEZ, J.M. “Ciento Cincuenta Años de
Vida Repúblicana”, Biblioteca del Sesquicentenario. Volumen I, Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas
1963
Web fuente
MANUEL
HERNÁNDEz GONzÁLEZ “LOS CANARIOS EN LA
INDEPENDENCIA DE VENEZUELA” Universidad de la Laguna. http://bolivarium.usb.ve/pub/anuarios/15/articulo03.pdf
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