Luis Heraclio Medina Canelón
M.C. de la Academia de Historia del Estado Carabobo
Frente a la Plaza Bolívar de Valencia, se levanta, todavía majestuosa una edificación fiel testigo de nuestra historia desde hace unos ciento cincuenta años. Se trata de lo que los valencianos de todo el siglo XX conocimos como la casa del “Club Centro de Amigos”
Desde los primeros tiempos de la ciudad el terreno donde se encuentra la
casa fue el cementerio, a la usanza de la época, que todas las iglesias tenían
a un costado su cementerio. Este camposanto fue sustituido por otro ubicado al
sur de la ciudad en el plan de mejoras civiles que emprendió el capitán general
don Pablo Morillo en su estadía en la ciudad alrededor de 1818.
En 1872 en ese terreno se construyó una suntuosa
casa, que fue propiedad de una familia Maratona, quienes al poco tiempo venden
el inmueble a una familia Abadie, quienes los conservan hasta finales del siglo
XIX, cuando es negociado al Sr. Augusto Tarbes.
El antiguo escritor valenciano Luis Taborda dice
que en el inmueble también funcionó el famoso “Colegio Cajigal” pero según
otros expertos como Francisco Cariello Gubaira, la sede del “Cajigal” fue mas
bien en la casa de al lado, actual sede de la Curia.
A principios de siglo el inmueble fue sede de la oficina del telégrafo, servicio público fundamental en la época, ya que era el único medio de comunicación a distancia. Posteriormente fue habitada por sus propietarios, los Tarbes, quienes venden el inmueble al “Club Centro de Amigos”.
Este club social se había fundado desde 1883 pero
no llega a instalarse formalmente hasta 1889 y estaba formado por conocidos
personajes de la industria, el comercio y profesionales valencianos, que
querían darle a la ciudad por primera vez un club de alta categoría, donde
pudieran sentirse como en su casa y participar con sus familias en amenas
reuniones y eventos culturales.
Originalmente el club se había fundado en una casa
del bulevar sur de la Plaza Bolívar (la antigua casa de Rafael Arvelo, epónimo
del colegio que queda en el centro de la ciudad) y luego se mudó a la casa que
había sido de Jorge Uslar (descendiente directo del prócer de la independencia).
Finalmente, la asociación adquirió la casa de la familia Tarbes frente a la
Plaza Bolívar en 1929, luego da haberlo utilizado como arrendatarios por cierto
tiempo.
Para adaptarla a club de categoría la casa fue
sometida a una amplia y costosa reconstrucción quedando en el estado en que mas
o menos se encuentra en la actualidad. Fue decorado con lujo y esmero. Se le
dotó de unas extraordinarias lámparas de cristal y de un mobiliario de primera,
del cual se recuerda un enorme espejo que estaba a la entrada.
El club se caracterizó por su sobriedad, buen
gusto y exclusividad. Los miembros eran muy estrictos a la hora de aceptar a
alguien en sus instalaciones. Muchos “nuevos ricos” que hacían alarde de sus
fortunas jamás pudieron ser bienvenidos allí, lo que ocasionó que denigraran
del club, sus socios y la ciudad. Sus fortunas no les pudieron abrir esas
puertas. Era lo que llamaban darle “bola negra” a quien no sería bienvenido.La foto fue tomada el 10 de Diciembre de 1931 en un almuerzo ofrecido por miembros del club al Sr. Jorge Pocaterra ( foto Jose Agustin Bello Medina). Créditos a su autor.
Recordamos varias anécdotas.
En una oportunidad Juan Vicente Gómez vino a
Valencia y los adulantes de costumbre lo invitaron al club. Estos le ofrecieron una copa de champaña.
Gómez pudo observar que muchos de los asistentes permanecían en sus sillas
charlando o jugando, sin hacerle ningún caso al poderoso visitante. Tomó su
copa, hizo un saludo con la misma y sin tomar un sorbo la colocó en la bandeja.
Dicen que le dijo a quienes tenía al lado:
-Ni un solo “viva Gómez ¡” Mejor vámonos para otro
lado.
En una oportunidad se iba a celebrar cierta
reunión entre varios caballeros. Eran tiempos en que cualquier hombre, a partir
de los 16 años se vestía con paltó. Jamás en mangas de camisa. Todos los
concurrentes llegaron con su respectivo traje, de saco y corbata. Todos excepto
uno, que vino con una reluciente liquiliqui recién planchado. Transcurrido un buen rato y sin iniciarse la
reunión, el directivo dijo al grupo: Vamos a esperar un rato, para darle
oportunidad a nuestro amigo (el de la liquiliqui) vaya a su casa a vestirse como
es debido y pueda regresar a reunirse con nosotros.
Hay una crónica de un baile ofrecido el martes de
carnaval de 1905; vino el presidente Cipriano Castro. Conocido como “el Cabito”
el “hombre de la levita gris” o “el indiecito que no cabe en su cuerito” por
sus contemporáneos.
Lo cierto es que Castro era muy amigo de la
bebida, carácter impulsivo y aficionado a los prostíbulos y bares de mala
muerte. Invitado por los adulantes de rigor al club donde se ofrecía el baile,
parece que se sintió incómodo en un ambiente que le resultaba tan extraño. Pudo
observar por los enormes ventanales del club que en la plaza bailaban algunas
parejas del pueblo llano y prefirió ir a buscar a una mujer de las que estaban
en la plaza y se puso a bailar con ella. Ahora bien, ese año de 1905 todavía el
“Club Centro de Amigos” funcionaba en la antigua casa que había sido de Uslar,
en el bulevar sur de la plaza, no en la casona que conocemos hoy, como
erróneamente muchos creen.
El club también fue sede de un agasajo que se
ofreció en 1936 a los diputados electos a la Asamblea Nacional Constituyente
convocada por el presidente Eleazar López Contreras con la finalidad de reducir
el mandato constitucional y descartar la reelección del presidente de la
república. Un gesto de desprendimiento del poder que pocas veces hemos visto.
Entre los nuevos diputados estaban algunos expresos políticos y otros ilustres
miembros de la sociedad valenciana que se abría a tiempos de democracia, orden
y libertad.Diputados a la Asamblea Nacional Constituyente de 1936, entre ellos Luis Eudoro Medina, en un agasajo en el Club.
En los años cincuenta, tan pronto llegó la señal
de televisión a Valencia, en el Club Centro de Amigos fue uno de los lugares
donde se instaló por primera vez un aparato de TV. Era uno de aquellos enormes
televisores de tubo en un soberbio mueble de madera. Los niños extasiados iban
a ver las series de comiquitas y las familias de adultos se instalaban a ver
los musicales, hasta que cada uno se iba decidiendo a comprar su propio
aparato.
Con el tiempo, el Club fue decayendo hasta que
desapareció. Sus instalaciones estuvieron prácticamente abandonadas hasta que
la municipalidad se hizo con ellas. Originalmente se había dicho que se
instalaría en ella un anhelo de toda la sociedad valenciana: “Un Museo
Michelena” para exhibir la obra de nuestro insigne artista, pero no fue así.Sección no restaurada de la casa (foto Tato Sánchez)
Alguna autoridad municipal decidió luego de
restaurar el inmueble darle un extraño nombre: “CAVAM”, acrónimo de Centro de
artes vivas Alexis Mujica. Estas siglas no dicen nada, y ese concepto de “artes
vivas” todavía no es de aceptación general. Las ciudades tienen un patrimonio
inmaterial que son los nombres de sus lugares, de sus puentes, sus calles y sus
casas. Para Valencia el bello inmueble frente a la Plaza Bolívar fue la casa
del “Centro de Amigos” por casi cien años; ese nombre se identifica con la
ciudad, con la plaza y con todo el entorno. Debe ser recuperado por ser un
patrimonio tradicional e histórico de la ciudad.
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