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jueves, 1 de noviembre de 2018

UNA HIJA DE "EL CABITO": LA PRIMERA BOMBA SEXY VENEZOLANA EN HOLLIWOOD

Una atrevida imagen en los años veinte de Rosa Castro (conocida también como Lucille Méndez) la hija de Cipriano Castro y Doña Zoila, que hizo vida artística en EE.UU. 

Esta bellísima mujer es Rosa Castro, la hija de nada menos que Cipriano Castro y Doña Zoila. Aunque algunos erróneamente sostienen que Castro no tuvo hijos, no es así; tuvo varios en distintas mujeres.  Conocidos de algunos de sus nietos nos confirmaron que efectivamente Rosa era hija del ex dictador.  Por otra parte personalmente conocimos a una nieta de "El Cabito", hija de una muchacha de Bejuma. 
 
Rosa actuaba en papeles atrevidos, tales como bailarina o prostituta.  Aquí en una caracterización en el film "Coney Island"

La chica habría nacido en Caracas en  1908, año en que “El Cabito” fue traicionado y derrocado por Juan Vicente Gómez. A los 7 años habría sido internada en Estados Unidos, en un colegio de monjas por su madre Doña Zoila de Castro, quizás tratando de evitar que la niña sufriera los avatares políticos de su padre y tomara malos ejemplos por la vida promiscua de este.

La joven, al terminar sus estudios no tardó en vincularse al mundo del cine, y en Holliwood llamó la atención por su extremada belleza y el aspecto exótico que tenía para los norteamericanos. Debió ser una especie de “J.Lo” por su atrevimiento en aquellos lejanos años veinte, ya que hace casi cien años todavía las mujeres eran muy recatadas, pero la chica nos ha dejado una serie de fotografías bastante ligera de ropas, considerando aquellos años veinte, que aunque considerados “los años locos”, no dejan de ser atrevidas.  Era una época en que normalmente los vestidos de las damas llegaban hasta los tobillos y Rosa Castro exhibía sus espectaculares piernas con diminutos shorts acompañados de genersosos escotes. 
Rosa Castro, utilizaba también el nombre artístico de “Lucila Méndez” o “Lulcille”, inventado por Ralph Ince, uno de sus esposos, también vinculado al mundo holliwodense. Pudo tratarse de una maniobra para que no identificaran a Rosa con su padre que era un hombre muy desprestigiado en todo el mundo, especialmente en los EE. UU.
Rosa el día de su matrimonio con el afamado director de cine Ralph Ince

Rosa participó en una enorme cantidad de películas, tanto en Estados Unidos como en México, y en innumerables obras de teatro. Entre los filmes se recuerdan: Señora del frente y La Trepadora (escritas por Rómulo Gallegos entre 1944 y 1945), La Generala, El que murió de amor, TheHouse of Youth  (1926); Coney Island, (1928);  BiggerThanBarnum’s (1926); Santa (1932); El escándalo (1934); El vuelo de la muerte (1934); Pecados de amor (1934;Convention Girl (1935); Bajo el cielo de México (1937);Viejo nido (1944); La señora de enfrente El que murió de amor (1945) y La mulata de Córdoba (1945). Muchos de los films en que trabajaba eran dirigidos por su propio esposo Ralph Ince.
También trabajó en inmumerables obras teatrales, tanto en  México como en los Estados Unidos.
Poster deuna de sus películas mas taquilleras

Sus papeles cinematrográficos eran muchas veces atrevidos y con escasa ropa, interpretando entre otras cosas, el rol de prostituta, bailarina o enfermera. 
Luego de varios años de casada con Ince, terminó divorciándose.  Supuestamente el director se negaba a que la bella Rosa hiciera algunos papeles en el cine, lo que Rosa no toleró.
Estuvo por corto tiempo en Venezuela, en Caracas, en 1934 con una compañía de Teatro, luego siguió a una gira por Europa. En nuestro país dudaron de su nacionalidad venezolana, por su acento entre norteamericano y mexicano, ya que la chica practicamente había pasado toda su vida fuera de su país natal. 
Muere a la edad de 101 años el 24 de mayo de 2007 en San Diego, California, Estados Unidos.
Un retrato de la bella Rosa, dedicado a los lectores de la revista "ELITE"
El poster promocional en castellano de una de sus películas, dirigidas por su esposo Ralph Ince




miércoles, 17 de octubre de 2018

LA LUGER EN LA HISTORIA VENEZOLANA


LA LUGER EN LA HISTORIA VENEZOLANA.

Este año se cumplen los ciento diez años de la aparición de la pistola mas famosa de la historia de la humanidad: la legendaria “Luger”.  La centenaria pistola, llamada también P-08 “parabellum” (P por pistola, 08 por el año en que se inicia su construcción y parabellum traduce del latín: para  la guerra). Se construyó en Alemania desde aquel 1908 hasta 1944; primeramente fue el arma de dotación del ejército alemán, pasando luego a ser adoptada por las fuerzas armadas o policiales de muchos países y se hizo famosa por su fortaleza y precisión, inmortalizándose por abundante literatura y en el cine y la televisión, donde es reconocida hasta por los menos enterados en materia de armas por su inconfundible silueta.  El no menos famoso calibre 9mm fue diseñado especialmente para esa pistola, que fue fabricada  con tres longitudes de cañón: 10cm  (modelo standard,) 14 cm (modelo naval) y 19 cm modelo de artillería.
Los dos modelos de Luger P-08 parabellum mas conocidos en Venezuela: arriba el modelo naval y abajo el modelo estandar, ambos en el mismo calibre 9mm.

Ahora bien, pese a que como se dijo, se adoptó en muchos ejércitos y policías del mundo, en nuestro país oficialmente nunca fue arma de dotación.  Pese a que el dictador Juan Vicente Gómez era un reconocido germanófilo, durante sus largos 27 años de gobierno, las fuerzas armadas continuaron utilizando los antiguos  revólveres como armamento regular y no pistolas, quizás debido a que el viejo mandatario era poco amigo de novedades en cuanto al armamento individual; tanto así que prefería los antiguos fusiles máuser de un solo tiro antes que los modernos de repetición, pese a las opiniones de sus asesores militares.
Pero la “Luger” vino a combatir en manos de guerreros venezolanos en uno de los episodios mas fascinantes de nuestra historia contemporánea:
El general Román Delgado Chalbaud, después de sufrir largos doce años de cruel prisión en La Rotunda, había sido liberado y rápidamente viajó a Europa, donde no tardó en preparar una expedición a Venezuela para tratar de derrocar a su compadre y ahora archienemigo Juan Vicente Gómez.  En el viejo continente logró reunir a su lado a gran cantidad de los venezolanos exiliados deseosos de deponer a la tiranía.  Invirtió lo que le quedaba de su patrimonio y junto a otros aportes económicos preparó la invasión.  Entre muchos otros lo acompañaban el escritor valenciano José Rafael Pocaterra y el joven estudiante universitario Armandito Zuloaga Blanco, miembro de una de las familias mas prominentes de Caracas.
Delgado Chalbaud no escatimó esfuerzos ni gastos.  Compró un buque, el “Falke” y para equipar a su ejército expedicionario adquirió el mejor armamento que pudo conseguir en Alemania; 2.000 modernos fusiles máuser, 25 carabinas máuser, 2 ametralladoras y por supuesto,  las mejores pistolas que pudo conseguir:  un lote de  25  pistolas Luger P-08 parabellum y 20.000 balas para las mismas.
Los expedicionarios del "Falke": el tercero de izquierda a derecha, el joven universitario Armando Zuloaga Blanco, exhibe su boina azul distintivo de los estudiantes y al cinto la inconfundible funda de una pistola luger.

El 11 de agosto de 1929 Delgado Chalbaud desembarcó con la avanzada de su invasión y se produjo el fiero combate de Cumaná.   Allí vieron su “bautismo de fuego” los jóvenes estudiantes de la UCV enrolados en la aventura antigomecista junto a viejos veteranos revolucionarios y lo hicieron empuñando las relucientes “luger”.  Allí murieron con sus armas en la mano el propio comandante de la invasión, Delgado Chalbaud y el joven Armando Zuloaga Blanco, que había abandonado la comodidad de sus estudios en Francia por venir a libertar a Venezuela.   Muchos otros cayeron de bando y bando.
José Rafael Pocaterra, tuvo que tirar al mar el parque
del Falke, entre esto, varias luger y cientos de mauser.

Al verse perdida la invasión, y en vista de la falta de combustible para el “Falke”, José Rafael Pocaterra, que estaba al mando abordo, ordena abandonar Cumaná y al no poder encontrar a ninguna fuerza revolucionaria a quien entregarle el resto de las armas toma  la dolorosa decisión de botar al mar el cuantioso parque restante,  a los fines de evitar que cayera en manos del gobierno si el buque era capturado, siguiendo así expresas instrucciones que le había dado Delgado Chalbaud. El mar Caribe se tragó en sus entrañas centenares de máuser y las luger que no se entregaron a los combatientes.
Años mas tarde, en un contexto histórico totalmente distinto volvemos a encontrar una referencia a la “Luger”.  Se trata de Braulio Barreto, conocido como “Barretico”, detective de la Seguridad Nacional, en tiempos de Pedro Estrada y Marcos Pérez Jiménez, quien en sus “Memorias” cuenta que su armamento como oficial de la policía secreta del régimen era una “luger”.  No tenemos información de que el gobierno venezolano hubiera comprado para la S.N. ese tipo de armamento; lo mas posible es que se tratara de armas decomisadas en algún procedimiento que las tomaban para dotación del personal.   Barretico participó en los procedimientos que terminaron con la muerte de Leonardo Ruiz PInada y Pinto Salinas.
Braulio Barreto (a) Barretico.  Agente de la S.N., Birgada
Política, cuenta que usaba una luger.

FUENTES:
Barreto, Braulio.  “Confesiones de un Esbirro”. Editorial Caracas 2000.  Caracas 1982
Fernández, Carlos Emilio.  “Hombres y Sucesos de mi tierra. Talleres del Sagrado Corazon, Madrid. 1969.
Pocaterra, Rafael.  “Memorias de Un Venezolano de la Decadencia”Editorial  Elite.  Caracas. 1937



miércoles, 12 de septiembre de 2018

EL DESASTRE DE CARAZÚA: CUANDO VENEZUELA INVADIÓ A COLOMBIA


EL DESASTRE DE CARAZÚA: CUANDO VENEZUELA INVADIÓ A COLOMBIA.
Por
Luis Heraclio Medina C.

La victoria tiene cien padres,
la derrota es huérfana.
Napoleón Bonaparte

El 13 de septiembre se cumplen 117 años de uno de los episodios menos conocidos de la historia militar venezolana: la batalla de Carazúa durante la disparatada invasión a Colombia por Venezuela durante el gobierno de Cipriano Castro.
Es uno de esos hechos históricos que la “historia oficial” ha tratado de ocultar o por lo menos ha minimizado de manera que casi se ha olvidado. Quizás por eso se repite tanto la mentira de que el ejército venezolano nunca ha salido de nuestras fronteras a menos que sea para libertar a pueblos hermanos.  Por lo menos esa vez invadió a un país extranjero para derrocar a su gobierno y todo fue un estrepitoso fracaso que le causó la muerte a más de un mil soldados venezolanos.  He aquí la historia:
LOS PRIMEROS ROCES
Entre fines del siglo XIX y principios del XX la frontera colombo-venezolana fue un hervidero de conspiraciones.  En un lado y otro de la frontera se refugiaban los enemigos de los gobiernos de ambos países para preparar invasiones hacia el otro lado de la frontera y tomar el poder. 
Cipriano Castro, presidente de Venezuela.
El liberal Cipriano Castro había iniciado desde Colombia su invasión a Venezuela y para principios de 1900 y luego de una arrolladora campaña se convirtió en  el gobernante del país, pero sus adversarios desde el exilio en Colombia se preparaban para arrebatarle el poder, con la colaboración del presidente conservador de Colombia José Manuel Marroquín.
A la vez Castro desde Venezuela protegía, financiaba y armaba a los liberales que exiliados en Venezuela conspiraban contra el gobierno conservador de Colombia.
A inicios de 1900 parten desde Venezuela para Colombia varios intentos de invasión de colombianos liberales acompañados de algunos voluntarios venezolanos, que incursionan desde los llanos, los Andes y la Goajira, con apoyo del gobierno venezolano, pero todos son derrotados.
En febrero de 1901 se produce una nueva invasión de liberales que provenientes de Venezuela penetran por los llanos de Casanare.  Simultáneamente el gobierno colombiano tenía que enfrentar otras invasiones de liberales que incursionaban desde Ecuador y Panamá, estas acciones se daban en lo que se conoció en Colombia como “la guerra de los mil días” un cruel conflicto interno que asoló el país por casi tres años.
José Manuel Marroquín, presidente de Colombia.
Ante esta situación el gobierno colombiano decidió tomar represalias contra Cipriano Castro; en Colombia se encontraban los exiliados partidarios del presidente Andrade, derrocado por Castro y luego de una fracasada intentona, los restos de las fuerzas de “El Mocho” Hernández, y su principal caudillo, Carlos Rangel Garbiras, enemigo de Castro, a quien el presidente Marroquín puso al frente de un ejército de 6.000 tropas regulares colombianas y voluntarios anticastritas venezolanos, que invadieron el 27 de julio de 1901 tomando las principales poblaciones fronterizas del Táchira, pero luego de 4 días de encarnizados combates las tropas invasoras fueron derrotadas en San Cristóbal y los sobrevivientes regresaron a Colombia.  En esa oportunidad ocurrió el curioso hecho de que un ejército colombiano fue comandado por el general venezolano Carlos Rangel Garbiras y frente a las tropas venezolanas de Cipriano Castro estaba el general liberal colombiano Rafael Uribe Uribe.  Lo acompañan entre  otros el joven Celestino Castro, hermano del presidente y el general  Rosendo Medina, quien muere en combate.  No era la primera vez que Castro ponía frente a las tropas venezolanas a sus más inmediatos colaboradores a militares colombianos liberales.
El general venezolano Carlos Rangel Garbiras,
enemigo de Castro.
LA GRAN NUEVA COLOMBIA
Emocionado por la victoria de sus tropas, Cipriano Castro, megalómano incurable, atiende los elogios de sus adulantes que comparan su “meteórica revolulción restauradora” con la “campaña admirable” de Simón Bolívar.  Rafael Uribe Uribe y otros amigos lo persuaden de ser el creador de una nueva “Gran Colombia”, que reúna a las naciones de gobiernos liberales: Venezuela, Ecuador, y hasta Nicaragua. Sólo falta Colombia con su gobierno conservador que cobija a los venezolanos enemigos de su gobierno. 
La prensa caraqueña se hace eco de la idea, la cual es reflejada en algunos medios internacionales.  El zalamero general colombiano Uribe Uribe, conocido por su elocuencia más que por su pericia militar, convence a Castro de invadir a Colombia con tropas regulares del ejército  venezolano, para potenciar un alzamiento de los liberales y refundar la Gran Colombia y destruir los restos de las fuerzas del “Mocho” Hernández que todavía amenazan del otro lado de la frontera.
El Gra. colombiano Rafael Uribe Uribe, aliado
de Castro y enemigo de Marroquín.
Cuando Castro presenta al gabinete su plan de invasión a Colombia, el ministro de Guerra, el Gral. Pulido, en una actitud sensata y ponderada se opone radicalmente al proyecto.  Le dice al dictador:
“Usted no tiene generales capaces para esa empresa.  Ninguno de sus generales puede derribar un gobierno extranjero y este es un país arruinado¡  Usted tendría que movilizar todos los recursos del país.  Me opongo a esta acción insensata¡” (Picón Salas, Mariano.  “Los Días de Cipriano Castro”.)
El soberbio Castro no hace caso y el ministro Pulido presenta su renuncia.
CARAZUA
Entonces Castro prepara su propia expedición. Pomposamente llaman a la fuerza expedicionaria “El ejército restaurador del Atlántico”. La componen cuatro batallones:  “Barcelona”, “Coro”, “Lara” y “La Sagrada”,  con algo menos  de 1500 hombres al mando del Gral. José Antonio Davila, quien poco tiempo atrás había aniquilado el segundo alzamiento de “El Mocho” Hernández. Cuentan con modernos fusiles “mauser”, una ametralladora y un cañon de campaña.   Lo secunda Celestino Castro, el joven hermano del dictador, ya veterano de la batalla de San Cristóbal. 
Celestino Castro,hermano del presidente
Cipriano Castro.
El 28 de agosto 1901 parte la expedición desde Maracaibo, avanzan por tierra por Sinamaica y  Paraguaipoa e irrumpen en la Goajira colombiana.  Por mar se envía una pequeña flotilla de la marina de guerra venezolana para apoyar a la fuerza terrestre desde el caribe colombiano  cuando los invasores llegaran a Riohacha. Son el “Miranda”, el “General Crespo” y el “Zumbador”, pequeños y anticuados cañoneros.  
El ejército expedicionario entra por la Goajira y su objetivo es reunirse con una fuerza insurgente liberal colombiana bajo el mando del Gral. José María Castillo,  que los debe encontrar a medio camino, proveerlos de abastecimientos  e incorporarle un grueso número de tropas liberales alzadas y tomar la ciudad de Riohacha, para desde allí encender la revolución y acabar con el gobierno conservador y sus aliados venezolanos “mochistas”.
La ruta del "Ejército Restaurador del Atlántico", desde Maracaibo hasta Riohacha, en la Goajira Colombiana.
Las tropas emprenden el largo camino por la desértica Goajira, bajo el abrasador sol, sin ningún apoyo en la ruta.  Pasan los días y pasan las semanas  y no aparece la fuerza liberal que debe llegar con los abastecimientos y más tropas.  
Durante su deambular por el desértico paisaje goajiro los pobres soldados van perdiendo las alpargatas, su único calzado y se van quedando sin agua ni comida.  Después de varios días sin ver agua, medio muertos de sed, en algún sitio desolado llegan a encontrar un pútrido pozo de agua en el que flotan unos cadáveres, del cual, desesperados calman su sed.  Al poco tiempo oficiales y soldados se enferman de disentería, la cual causa los primeros muertos.   Así lo narra el propio hermano de Cipriano Castro:
“Las tropas castristas antes de llegar a los prometidos collados de Colombia, atraviesan una pampa de arena, asada al sol.  Faltan hasta alpargatas para los soldados y estos arrastran por el paisaje inclemente sus enormes ulceras. Dias enteros sin descubrir, siquiera, el agua salitrosa de una casimba…Después de varios días de sed verdea en el desierto el ojo pútrido de un charco.  Se acercan voraces y al remover el agua para beber, tocan los cadáveres de tres mujeres…Y todos se lanzan sobre el pozo maldito…Al día siguiente comienza en la tropa una epidemia de disentería, que ha de sembrar de cadáveres el duro camino  hasta el pueblo de Treinta.” (Picón Salas, Mariano.  “Los Días de Cipriano Castro”.)
Luego de muchos días de trayecto se encuentran con los aliados liberales, pero no son un ejército como se había prometido, sino una pequeña partida con unos pocos bastimentos.
A todas estas, la operación que ha debido mantenerse en secreto ya es conocida por los militares colombianos, comandados por los generales  Carlos Alban y Ramon Ayala. 
El destacamento de Riohacha es escaso, y la única fuerza naval colombiana en el Caribe es un pequeño cañonero, el “Pinzón”, que no tiene municiones para su cañón.  Entonces los colombianos fletan un buque francés, el “Alex Bixio” para traer desde Puerto Colombia al batallón “Briceño” con 1700 soldados de refuerzo.
El buque mercante francés "Alex Bixio" fletado por el
gobierno colombiano para llevar refuerzos a
Riohacha.
LAS ACCIONES NAVALES.
Ya para esos días los tres buques venezolanos habían llegado frente a las costas de Riohacha, sembrando el terror en el pequeño pueblo, que temía se bombardeado por los buques venezolanos.  Tienen una doble misión: prestar apoyo a las operaciones de las fuerzas de tierra y por otro lado, bloquear al puerto para evitar que lleguen refuerzos a las tropas del ejército del gobierno colombiano.
Pero por aquellos tiempos Francia tenía poderosos intereses en el Caribe, ya que una empresa francesa era la que originalmente trató de construir la colosal obra del canal de Panamá y para asegurar estos intereses se encontraba en esta aguas una poderosa y moderna nave de guerra de la marina francesa, el crucero “Suchet” un buque blilndado de 3500 toneladas. 
El crucero francés "Suchet" que protegió el desembarco de las fuerzas
transportadas por el gobierno colombiano en Riohacha. 
Los colombianos logran que la “Suchet” escolte al “Alex Bixio” que traslada al batallón de refuerzo.  Al encontrarse el coloso francés con las pequeñas naves venezolanas, les advierte que defenderá el desembarco de las tropas a bordo del mercante francés si son atacados.  Las naves venezolanas tienen que retirarse ya que nada pueden hacer contra el crucero blindado y el batallón de refuerzo desembarca en Riohacha sin problemas y se suma a las tropas de la ciudad que en total alcanzan a unos tres mil hombres, el doble del ejército invasor de Castro.
El cañonero "Miranda" de la fuerza naval venezolana
desplegada para apoyar a la fuerza expedicionaria. 
Al fin, el 13  de septiembre, casi llegando a la población de Riohacha, en un lugar donde hay un pozo de agua denominado Carazúa, ocurre el primer combate entre las debilitadas fuerzas invasoras y las tropas combinadas de colombianos y los “mochistas” venezolanos.   Los venezolanos anticastristas están comandados por el general cojedeño Leopoldo Ortega Barreto, quien había sido sub-jere del estado mayor del ejercito nacionalista del “Mocho” Hernández y jefe de su guardia de honor.  A ellos se le ha unido un pequeño grupo de venezolanos anticastristas comandado por el legendario Rafael Nogales Méndez, que viene llegando por mar desde República Dominicana.
El Gral Leopoldo Ortega Barreto, jefe de las fuerzas
mochistas que operaban en la Goajira contra Castro.
Al apenas sonar los primeros tiros el batallón “Lara”, comandado por el general Abelardo Gutierrez,  que cubría el ala derecha del cuadro expedicionario, recién formado con unos 300 labriegos de ese estado, reclutados a la fuerza, se desbarata en masa, los bisoños soldados sueltan sus mausers y huyen en desbandada. Queda comprometida seriamente la situación del ejército expedicionario desde ese primer momento.  Se ha especulado que este batallón desertó en masa porque posiblemente sus integrantes eran simpatizantes del “Mocho Hernández”. Hay que recordar que el jefe de los venezolanos anticastristas, el general Ortega, había sido precisamente jefe de operaciones del ejército mochista en el estado Lara, de donde provenían esos soldados. Quizás se negaron a luchar en contra del reconocido general Ortega.  Otros sostienen que simplemente eran soldados muy jóvenes, desmoralizados, que no tenían ningún incentivo para luchar en tierras ajenas y lejanas.
La pelea se torna encarnizada, al acabarse las balas los hombres se matan a machetazos.  Así lo describe el propio Nogales Méndez en sus “Memorias”:
“Chocamos¡ Nunca olvidaré aquel terrible forcejeo que degeneró en el mas dantesco espectáculo ante mis ojos, semejante a una pesadilla.  Las cargas de machete, una tras otra, desgarraban los cuerpos sin aliento, separaban los miembros, mutilándolos en cientos de pedazos, pues si los macheteros de Dávila eran muy valientes, no superaban a los de nosotros…
Entrada la noche el fuego terminó en ambos lados para bien de todos. Cuando se oyó la voz de “Cesen el fuego” amigos y enemigos salimos como fantasmas huyendo de aquella nauseabunda y pestilente laguna, de aguas sanguinolentas… ” (Nogales Méndez, Rafael.  “Memorias”)
Rafael Nogales Méndez, quien luchó en Riohacha
junto a las fuerzas de Ortega.  Años mas tarde tendría
destacada participación en la primera guerra mundial.
Al llegar la noche, los dos bandos se retiran a sus posiciones.  El Gral. Leopoldo Ortega Barreto tiene una grave herida de  un balazo en una rodilla y el evacuado en parihuela por soldados colombianos que acuden en su auxilio.  En la retaguardia los médicos de campaña quieren amputarle la pierna para salvarle la vida, ya que la herida se ha gangrenado, pero el testarudo general se niega:
“Prefiero que digan ahí murió el general Ortega y no que ahí va el mocho Ortega”.
A los pocos días  muere el bravo jinete cojedeño, veterano de las guerras nacionalistas del “Mocho Hernández”.
Otro bravo anticastrista, el legendario Rafael Nogales Médez, también está herido de un bayonetazo en una pierna y se retira en la misma goleta que lo trajo de Dominicana.
Los castristas derrotados tratan de retirarse, pero en los siguientes días vuelven a enfrentarse a sus enemigos en el sitio de Garrapacera, donde las bajas aumentan.
Los fieros jinetes guajiros, aliados del presidente Marroquín de Colombia, que arrasaron con los restos del ejército venezolano en la Goajira. 
Los desertores del batallón Lara que no se entregan a las tropas regulares colombianas son inclementemente asesinados por las partidas de guajiros o de las tribus del famoso cacique José Dolores Arpushana, jefe del clan uayuu mas importante de la Goajira que se había convertido en lugarteniente del gobierno conservador del presidente Marroquín, quien a su vez les daba dinero y armamento. Los diestros jinetes goajiros  recompensados por el presidente Marroquín   no toman prisioneros, al rendirse los agotados soldados les quitan el fusil y los matan allí mismo.  Tiempo después el presidente Marroquín premió al cacique José Dolores con cien mil pesos por su participación en el combate de Carazúa.
El cacique José Dolores, posa con un retrato del
presidente Marroquín.
El resto del cuerpo del “ejército restaurador del Atlántico” que en pequeños grupos dispersos marcha desesperadamente para tratar de regresar a Maracaibo se pierde sin rumbo por la árida pampa goajira y  es hostigado continuamente por la caballería uayuu.  Partidas de indios montados y con modernos fusiles mauser siembran el terror en la agotada infantería, que al llegar a Venezuela apenas alcanza a unos pocos centenares de los mil quinientos que originalmente participaron en la contienda. El general Dávila, Celestino Castro y otros pocos oficiales se encuentran entre los sobrevivientes. Por el contrario, el general Abelardo Gutierrez , comandante del batallón Lara ha muerto en combate.
El gobierno y la prensa venezolanos silencian el desastre.
Cínicamente, Cipriano Castro, como si fuera un emperador romano hace traer desde San Cristóbal  a unos cuantos prisioneros colombianos de la incursión de julio y los hace desfilar ante él por las calles de  Caracas y luego los encierra en la Rotunda. Es la única manera que el dictador tiene de satisfacer su pomposa vanidad ante el desastre militar y distraer la atención del público. Este es el “héroe del nacionalismo” que en estos días se pretende convertir en un paladín de la Patria, mediante discursos y películas falseadoras de la verdad.
Un millar de soldados venezolanos perdieron su vida en esta alocada y absurda aventura de un grandilocuente dictador ávido de convertirse en el Simón Bolívar del siglo XX.
La sangre de mil hijos de esta Patria fue derramada fuera de nuestras fronteras y en ningún parte oficial fueron mencionados. Ni una palabra de consuelo para las madres, esposas e hijos que perdieron a sus seres queridos arrancados por la recluta ordenada por el dictador para complacer su capricho grancolombiano.
Ni una lápida, ni una placa o monumento para que Venezuela recuerde a quienes bajo sus banderas y con el uniforme del ejército venezolano dieron su vida en la batalla.
Sirva este trabajo para recordar a los muertos del 13 de Septiembre de 1901.  Eran vidas valiosas.  No merecen ser olvidados.

FUENTES BIBLIOGRAFICAS:
López Contreras, Eleazar.  “El Presidente  Cipriano Castro”. Bloque Dearmas. Caracas.
López Gómez, José Ramón. “Don Cipriano y la Restauradora”. Universidad de Carabobo, Dirección de Medios y Publicaciones. Valencia. 2001
López, Víctor José.  “Infatigables”.  Editorial Temple, Madrid. 2017
Nogales Méndez, Rafael.  “Memorias” Biblioteca Popular Para los Consejos Comunales.  Caracas. 2007
Picón Salas, Mariano.  “Los Días de Cipriano Castro”.  Festival del Libro Popular Venezolano.
WEB FUENTES:
https://www.facebook.com/groups/431909266843132/permalink/1200275920006459/
Tumba del Gral Lopoldo Ortega Baarreto, en la Catedral de Valencia.

Jinetes guajitos.

Guerreros guajitos, que acabaron con los restos del ejército venezolano.
Este autor ante la tumba del valiente Gra. Leopoldo Ortega Barreto.

La ruta de la fuerza naval venezolana.

El cañonero "Zumbador" de la flotilla venezolana. 
Los funerales del Gral. Leopoldo Ortega Barreto, un año después de su muete, en la Catedral de Valencia.


El "General Crespo" de la flotilla Venezolana. 


sábado, 11 de agosto de 2018

MAGNICIDIO EN MIRAFLORES

MAGNICIDIO EN MIRAFLORES
por
Luis Heraclio Medina C.



(La copla de Miraflores)
Arpa, cuatro y maracas
Conforman un buen sarao
Siendo el primer invitao
El gran jefe de Caracas
El Bagre a las maracas,
Va su hijo al arpa sin brollo
¿Y para el cuatro criollo
Digan quién es exquisito?
En cuatro, el bueno es Juanchito¡


 
El magnicidio es el asesinato de una persona con gran importancia política, alguien que tiene mucha influencia o un cargo muy poderoso.  No tiene necesariamente que ser el presidente.  Se puede tratar de un príncipe, un rey, un ministro, etc., alguien que tenga mucha importancia política.  El primer magnicidio de nuestra historia moderna es el asesinato ocurrido en el Palacio de Miraflores la noche del 30 de junio de 1923 cuando fue asesinado a puñaladas el Primer Vicepresidente de la República y Gobernador del Distrito Federal Juancho Gómez.  Se trató de la más sórdida trama de corrupción, nepotismo, falta de escrúpulos, intriga, engaño, violencia, poder, ambición, celos, pasiones y hasta depravaciones, que nos hacen recordar a las leyendas de la familia Borgia en la lejana Italia del siglo XIII.
Hay que conocer el entorno familiar, social y político-militar para entender el drama.
En tiempos de represión, miedo, secretismo y censura total no había prensa que informara, tampoco expedientes judiciales confiables.  Todo lo controlaba el régimen que no permitía que se supiera nada de la vergonzosa verdad, pero quedan la tradición oral y  la prensa extranjera de esos días.  También los libros que luego de muerto el dictador se han publicado y recogen las versiones extraoficiales que circularon en esos tiempos.  Los relatos de los pocos sobrevivientes que pudieron hablar.  De allí vienen nuestras fuentes.
José Vicente (Vicentico) Gómez, segundo vicepresidente e
inspector genral del ejército.
Eran tiempos de la feroz tiranía de Juan Vicente Gómez.  El presidente Gómez tenía dos vicepresidentes: el primer Vicepresidente era su hermano Juan Crisóstomo Gómez (Juancho) y el Segundo Vicepresidente era el hijo del dictador, José Vicente Gómez Bello (Vicentico).  Juancho también era gobernador del Distrito Federal y Vicentico era a su vez era inspector general del ejército, que en la práctica era la más alta jerarquía militar.
Dionisia Bello, la primera concubina
de Gómez.

José Vicente Gómez  Bello (Vicentico), era uno de los hijos adulterinos de la primera concubina del Gómez,  Dionisia Bello.  Dionisia era una bella muchacha casada en San Cristobal con un pobre hombre de apellido Torres, con quien tenía dos hijas.  Cuando Juan Vicente, que era un adinerado ganadero le ofreció a Dionisia abandonar a su esposo para irse con él, la muchacha no lo pensó dos veces y abandono al marido , a las hijas y a la pobreza. 
Juancho era un sujeto muy distinto a su hermano, casi diametralmente opuesto.  Mientras el dictador era un militar nato, ávido de poder, Juancho nunca tuvo carrera militar (aunque lo llamaban general)
Juancho Gómez, primer vicepresidente y
gobernador del D.F.
  y no se le conoció particular ambición de poder.  Juan Vicente, pese a ser el hombre más rico de Venezuela era un hombre de costumbres sencillas y campechanas, vestía casi siempre con un liquiliqui de dril, gustaba de vivir alejado de Caracas y se acompañaba de gente sencilla, campesinos y preferiblemente paisanos andinos y disfrutaba del campo, sus haciendas y su ganado,  mientras que Juancho (Juanchito para sus íntimos) vestía a la más moderna moda europea, siempre con finos trajes, bien perfumado, le encantaba la vida de la sociedad caraqueña y era amante del teatro y la ópera.  Mientras el dictador era todo un padrote, engendrando hijos en dos concubinas notorias e infinidad de otras mujeres, a “Juanchito” no se le conoció ni esposa, ni novia, ni mujer. No tuvo nunca hijos, pero se le veía siempre acompañado de jóvenes oficiales andinos o elegantes patiquines caraqueños.
Aquella madrugada del 30 de junio el cuerpo de Juancho fue encontrado por su servidumbre en su habitación del palacio de Miraflores con varias puñaladas en el cuerpo que le habían causado la muerte.  Miraflores servía simultáneamente como residencia presidencial y sede del poder ejecutivo (no es como ahora que la residencia es La Casona y Miraflores es el despacho del presidente).
Como es natural el revuelo y la alarma no se hicieron esperar.  Lo primero que hicieron las autoridades de la dictadura fue acusar a la resistencia, que mayormente se encontraba en el exilio. Los pocos enemigos conocidos del gobierno que se encontraban en el país fueron perseguidos implacablemente.  Se detuvo a centenares de ciudadanos que absolutamente nada tenían que ver con el crimen, por el sólo hecho de ser los “habituales sospechosos”.  Pero la oposición nada tenía que ver.

Poco tiempo antes, Juan Vicente Gómez había estado enfermo.  En el entorno del poder se hablaba de la sucesión.  Había un grupo, amigos de Vicentico, que creían que el sucesor natural del dictador debía ser su hijo. Entre estos estaban la madre del joven general Dionisia Bello y su esposa Josefina Revenga Sosa, una bella jovencita de la sociedad caraqueña.  Esta muchacha tuvo la osadía de decir en público “Cuando será que se va a morir el viejo para que Vicentico sea presidente”. Eran los llamados “vicentistas”, que incluían a jóvenes militares, a los otros hijos de Dionisia, y a un grupo de caraqueños relacionados con los otros hijos e hijas de Dionisia, quien había hecho casar a toda su prole con miembros de la sociedad capitalina. Por otro lado estaban los que rodeaban a Juanchito, los “juanchistas”el primer sucesor en el orden constitucional. Con él estaban la mayoría de los viejos militares andinos: los otros hermanos del dictador, sus hermanas Regina, Ana, Indalecia, Elvira y Emilia y sus maridos, todos generales, el primo Eustoquio, y los viejos militares andinos.  Esta gente no veía con buenos ojos que el joven Vicentico accediera al poder pasando sobre todos ellos, viejos militares curtidos en las batallas.  Vicentico había sido nombrado general por su padre a los 23 años, sin echar un solo tiro ni pasar nunca por una escuela militar.
Otra de las razones de la ruptura dentro de los Gómez fue que el dictador abandonó a Dionisia, ya cuarentona, y hizo su nueva barragana a una jovencita caraqueña de 16 años, Dolores Amelia Nuñez, hija de un abogado bien posicionado en la sociedad caraqueña.  Esta pérdida de influencia de los Gómez-Bello acentuó la fractura en el  clan.
Santos Matute Gómez, presidente del Edo. Zulia para los
momentos de la muerte de Juancho. 
Ahora bien, otro miembro del clan, el pérfido Santos Matute Gómez, primo o medio hermano del presidente, proxeneta dueño de garitos y burdeles, pedófilo que compraba humildes niñas campesinas para ponerlas a trabajar en sus prostíbulos, varias veces presidente de estados, había abandonado a su concubina de toda la vida y con la intención de atornillarse a la familia dueña del poder, pactó matrimonio con Margarita Torres,  hija del matrimonio de  Dionisia con el pobre Torres y media hermana de Vicentico.  Esta era una mujer ya no tan joven, que no había conseguido alguien que se casara con ella y que corría el riesgo de quedarse solterona.  Ganancia para todos: Margarita conseguía marido, Dionisia terminaba por casar a la última hija que le quedaba soltera y Santos se casaba con una dama de la familia.
Juanchito y Eustoquio, ya habían tenido varios encontronazos con el clan de Dionisia y al enterarse del pactado matrimonio en el cual Santos Matute pasaba a engrosar las filas del otro clan se sintieron preocupados al perder una importante ficha de las suyas que se sumaba a los contrarios.
Juancho buscó a  Santos y le dijo que la hija de Dionisia no era una mujer decente.  Que estaba soltera por su mala conducta y no era recomendable ese matrimonio. Que quedaría como un pendejo si celebraba esa unión. Santos Matute Gómez  se sintió burlado, entró en cólera, inmediatamente fue a casa de Dionisia y Margarita y luego de gritos y toda clase de improperios desbarató el compromiso.  Margarita quedó desecha en un mar de lágrimas.
Al día siguiente la pobre Margarita humillada y despreciada, apareció en su cuarto con un tiro en la cabeza.  Nunca se supo si se suicidó o la mando a matar Santos.  Dionisia, llena de dolor y de ira juró venganza.
Según una de las versiones, Juanchito había relegado en sus preferencias a uno de los que había sido sus hombres de confianza, un oficial llamado Isidro Barrientos, por lo cual el hombre se encontraba bastante dolido.  Dionisia y Vicentico habrían entrado en contacto con este oficial para matar dos pájaros de un solo tiro: Se cobraba la venganza por la afrenta sufrida y a la vez se eliminaba el único obstáculo entre Vicentico y la presidencia.  Al resentido oficial se le habrían ofrecido prebendas y ascensos para cuando todo estuviese hecho.
Es así como aquella noche, bien por si mismo o por medio de algún  soldado de los que montaban guardia en el Palacio de Miraflores, entran en la habitación de Juancho y lo matan.  Tiene que haber sido alguien del extremo circulo de Miraflores, alguien que conocía los aposentos y que tuviera libre acceso a todas las áreas, pasadisos y aposentos. Alguien para quien no eran obstáculos los muros, las cercas, los soldados, ni  los sagrados que custodiaban el palacio.
Según otra de las versiones, la muerte de Juanchito fue una consecuencia indeseada de un plan ideado por Dionisia y Vicentico.  Originalmente el plan consistía en contratar a un soldado de la guardia, para fingir un atentado al propio Gómez, inculpando a Juancho, para que perdiera la confianza de su hermano, pero todo se enredó y el soldado terminó matando al vicepresidente.
Al saberse la noticia el terror cunde en toda Venezuela, la gente sabía que vendría una terrible ola de represión y tortura.  En un primer momento la dictadura trató de inculpar a la oposición, encarcelando a todo el enemigo conocido que encontraran, pero puertas adentro las averiguaciones iban en contra del personal de Miraflores.  Fueron hechos presos y torturados absolutamente todos los soldados y oficiales de guardia esa noche y muchos de los destacados en la custodia de Miraflores que no estaban de servicio.  También se torturó salvajemente a la servidumbre civil, incluyendo a varias mujeres inocentes.  Esta barbarie de sangre la dirigieron Tarazona y Julio Hidalgo, el sustituto de Juancho y gobernador encargado.
El entierro de Juancho. A la derecha del dictador, Vicentico.
El cuerpo de Juanchito fue enterrado inmediatamente sin autopsia por  ordenes de Gómez.  El general ordenó que no se hablara más nunca del asunto.  En total se calcula que fueron asesinados luego de los interrogatorios y torturas todos los sirvientes civiles (hombres y mujeres), la tropa de guardia ese día y el oficial Barrientos, en total unas quince a veinte personas.
Al poco tiempo, Gómez hizo reformar la constitución y eliminó las figuras del Vice-presidente.  A Vicentico lo separó del ejército, le prohibió usar más el uniforme y finalmente le ordenó irse de Venezuela junto con su madre con una buena cantidad de millones que les permitieron comprar un castillo en Francia…. Pero el siniestro hijo mayor no disfrutó mucho sus millones… a los pocos años murió de tuberculosis, mucho antes de que muriera su padre.  Hay quienes dicen que Vicentico murió mas bien envenenado.  Esta es parte de la historia,  aún así hay quienes dicen que Gómez fue el mejor presidente de Venezuela.  ¿Qué tal?
Fuentes:
Cordero Velásquez, Luis. “Gómez y las Fuerzas Vivas” Edit. Lumego.  Caracas 1971
Gallegos, Gerardo. “Juancho Gómez, un drama de la realidad americana”. Coop. De Artes Gráficas.  Caracas 1937
Lavin, John.  “Una Aureola Para Gómez” Distribuidora Continental. Caracas.
Sulbarán, Pablo. “El Misterio de Miraflores ¿Quién Mató a Juancho Gómez?” Publicaciones Seleven Caracas
Diccionario Polar de Historia de Venezuela.
La tradición oral.