LA HISTORIA DE LA
BOINA UNIVERSITARIA VENEZOLANA
por
Luis Heraclio Medina C.
“Nuestro mundo de
azules boinas
os invita su voz a
escuchar
empujad hacia el alma
la vida
en mensaje de marcha
triunfal!
(Himno de la
Universidad Central de Venezuela)
Desde hace muchos años es común ver a los universitarios de
toda Venezuela usando una boina de color azul.
Tanto en actos protocolares como en marchas y conciertos de
estudiantinas y grupos musicales universitarios las hemos visto. Profesores y estudiantes las portan. Pro pocos conocen cual es la historia de este
distintivo exclusivo de los universitarios venezolanos que los distinguen de
otros universitarios alrededor del mundo.
EL ORIGEN DE LA BOINA AZUL.
Corría el año de 1927 … Venezuela
sufría la terrible opresión de la dictadura de Juan Vicente Gómez. La universidad seguía aletargada por años de
tiranía. Un buen día, ya para finales de
año, dos jóvenes hermanas de la sociedad
caraqueña, Maria Luisa y Lola Blanco Meaño, se entretienen mirando un catálogo francés la famosa
tienda“Au Bon Marché”… Se les ocurre
comprar algo para vender entre sus amistades y entre otras cosas encargan un
lote de doscientas boinas azules.
Ya a
principios de 1928, recibida la mercancía,
un día, visitan a las chicas dos jóvenes universitarios: Miguel Otero Silva y Uberto Mondolfi, quienes
se llevan encantados sendas boinas. Son
los primeros universitarios en utilizar la distintiva prenda. Los muchachos
estrenan las boinas en una fiesta de las varias que se hicieron previas al
Carnaval y luego las usaron todos los días para ir a clases en la universidad,
donde causaron sensación entre sus condiscípulos quienes acudieron en tropel
donde las Meaño, quienes deciden regalar todas las que les quedaban en
solidaridad con los muchachos que en esos días organizaban las festividades
carnestolendas, que tenían como fin obtener fondos para establecer una “Casa
del Estudiante” que apoyaría las necesidades de los estudiantes más modestos, especialmente los venidos del
interior.
Recuérdese que Gómez había
clausurado casi todas las universidades del interior del país. Originalmente no había ningún tinte político
en las actividades, lo que se trataba era de mejorar las condiciones de vida de
los estudiantes de la provincia.
Así las cosas, la recién creada Federación de Estudiantes De
Venezuela (FEV), presidida por el joven estudiante de derecho Raul Leoni,
elaboró un programa de actividades festivas, entre las cuales se encontraba la
elección de la Reina del Carnaval; resultó electa la grácil jovencita de 16
años Beatriz Peña Arreaza.
Los eventos se iniciaron
el lunes 6 de febrero, con el gran desfile de Carnaval, donde los
estudiantes, por primera vez, lucieron en público sus boinas distintivas. El
desfile llegó hasta el Panteón Nacional, donde la reina Beatriz I, depositó una
ofrenda ante el Padre de la Patria.
Luego, un jovencito de Margarita, Jóvito Villalba, improvisa un
emocionante discurso, que hace vibrar a los presentes. Sigue el desfile hasta la Plaza Ribas de La
Pastora, donde el que habla es el estudiante Joaquín Gabaldón Marquez, donde
recuerda la gesta de Ribas y los estudiantes de un siglo atrás, allí habla de “los muchachos que al
amanecer de un febrero marcharon hacia la muerte y la victoria”…en ese momento
los estudiantes gritan “hurras” y lanzan sus boinas al aire.
Esa misma noche tiene lugar en el Teatro Municipal la
coronación de la reina Beatriz I, quien pasa a la posteridad como la primera
reina de los estudiantes venezolanos. Esta
fue una ocasión de gala, con estricto traje formal, en la cual los estudiantes lucieron rigurosos
trajes negros tipo smocking y corbata de lacito; la etiqueta les impedía usar
en esa ocasión la boina. Al día
siguiente, martes 7 se realiza un desfile de automóviles desde la Plaza Bolívar
hasta la Plaza de la Misericordia. Allí
se estrena un extraño e indescifrable
estribillo “Saca la pata lajá”,
algunos atrevidos le agregan: “Abajo el Bagre” “Muera el Bagre” (así llamaban
popularmente al dictador).
Luego tiene lugar en el exclusivo Club Venezuela el Gran Baile de Gala, en
homenaje a la Reina, quien emite su primer decreto real: “Se instituye como de uso obligatorio en uso
de la boina azul y el botón de la Federación de Estudiantes de Venezuela”.
Muchos de los estudiantes que participaron en estos actos
fueron encarcelados. Luego sus
compañeros, en muestra de solidaridad se entregaron voluntariamente en la
policía. La dictadura, ni corta ni
perezosa los mandó a todos para el Castillo de Puerto Cabello. Las señoritas de
la sociedad caraqueña abandonan su vida de frivolidad y encierro y luciendo las
boinas azules salieron también a protestar la prisión de los muchachos, hasta
las honorables matronas salen a la calle con sus hijas a protestar. Es de notar que algunos pseudohistoriadores
han tratado de apropiarse las luchas de aquellos estudiantes para una doctrina
política extranjera, lo cual es totalmente falso: entre los estudiantes había
muchachos de las más diversas tendencias, como por ejemplo Armando Zuloaga Blanco, heredero de una
familia muy acomodada, muy conservador, Carlos Emilio Fernández, hijo de un
alto personero gomecista y Germán Suarez Flamercich, quien fuera presidente en
la Junta de Gobierno junto con Marcos
Pérez Jimenez y Llovera Páez, todos conocidamente anticomunistas. Es que quienes no respetan la propiedad
también son adictos al robo de la historia.
Armando Zuloaga Blanco, en el Falke, junto a sus compañeros poco antes de desembaracar. |
Al año siguiente, en Agosto de 1929, volvemos a ver a un
puñado de valientes estudiantes venezolanos portando su boina azul, pero ya no
es en manifestaciones pacíficas, ni en bailes, ni en las aulas. Los estudiantes están convencidos de que
dictadura no sale con marchas ni desfiles, sino con plomo. Es así como un grupo de bachilleres
venezolanos pertenecientes a familias muy acomodadas, que se encontraban estudiando en Francia y en varias
universidades del mundo, abandonan las aulas y se incorporan a la expedición
del general Román Delgado Chalbaud. Algo menos de una veintena de muchachos de
lo mejor de la Venezuela de esos tiempos, que cómodamente estaban instalados
en cambian los libros por el fusil
máuser y se embarcan en el “Falke” desde Polonia hasta Cumaná para regar con su
sangre las playas de su amada Patria. Queda el recuerdo de esos muchachos, que
orgullosos posaron para el fotógrafo con sus boinas azules y sus uniformes del
fracasado ejército liberador, horas
antes de que pasaran a la inmortalidad.
Venezuela tiene una deuda pendiente con esos valientes, debemos recordarlos
siempre.
Luis Heraclio Medina,
Agosto 2016